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Robert Rauschenberg

12 de abril de 2017

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Hace veinte años el artista norteamericano Robert Rauschenberg presentó en La Habana una exposición desacostumbrada, porque quienes pensaban encontrar una muestra de pintura, o de dibujo, se encontraron con una exhibición variada y muy poco “académica” de instalaciones diversas, serigrafía, gráfica, video, pintura, escultura y fotografía. En fin, una suerte de ajiaco ante el cual el espectador de entonces apenas podía salir del asombro.

Su autor, Robert Rauschenberg, llevaba por entonces alrededor de 25 años dando que hablar en el campo de la plástica y algunos le habían conferido el sobrenombre de “niño terrible” del modernismo en Norteamérica.

Antes de llegar a Cuba, esta muestra itinerante había recorrido México, Chile, Venezuela, China y Japón. En cada país se nutrió de nuevos elementos. De modo que cuando la presentó en la mayor de las Antillas andaba por unas 200 obras y como identificación utilizaba las siguientes siglas: ROCI, que vertidas al español vienen a ser más o menos Proyecto Rauschenberg de Intercambio Cultural Trasatlántico.

Las salas del Museo Nacional de Bellas Artes, del Castillo de La Fuerza y de la Galería Haydeé Santamaría, en Casa de las Américas, se poblaron de críticos, conocedores, aficionados y curiosos a partir del 10 de febrero de 1988, fecha en que fue inaugurada la exposición. Dos días antes, el protagonista de todo aquel alboroto concedió una conferencia de prensa durante la cual expresó:

“Con este proyecto persigo influir en la conciencia internacional para lograr un clima de comprensión y armonía. Trato de comunicar con las esferas sensibles, compartiendo la información que recojo. En mi viaje por carretera de un extremo otro de la isla, en agosto pasado, pude lograr un conocimiento pleno del país, de su sabor y hasta su olor”.

Experimentador en el terreno de las artes, trabajador de disímiles técnicas, Rauschenberg volcaba la mirada sobre lo cotidiano, al tiempo que con una concepción muy dinámica de su obra la utilizaba para difundir mensajes de paz entre las personas, todo ello mediante un modo de hacer muy propio, de supuesta informalidad, pero con una carga profunda de interés.

En fin, que se podía o no estar de acuerdo con el arte de Rauschenberg –si bien hoy todos le reconocen sus valores–, pero era difícil permanecer indiferente ante una exposición que significó un acontecimiento del cual se habló tanto que hoy perdura en la memoria. El artista falleció el 12 de mayo de este 2008 a los 82 años.

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