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Enemigos visibles y ocultos

6 de marzo de 2017

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El proceso de paz en Colombia pasa hoy por un momento trascendental, con la paulatina incorporación de los menores de edad de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) a la vida civil.

Cabe destacar el cumplimiento por la organización guerrillera de los pasos del proceso, obviando incumplimientos oficiales sobre la preparación de condiciones humanitarias en los lugares donde los combatientes se han trasladado. En tanto, paramilitaresocupan y asesinan campesinos en los lugares abandonadospor las fuerzas revolucionarias.

Todo ocurre de manera impune, tal como el asesinato de decenas de activistas sociales -120 en 14 meses hasta febrero-, defensores del proceso de paz y oponentes a los manejos de latifundistas y empresas extranjeras que lucran contra el pueblo colombiano, principalmente en la zona rural.

Siempre se ha señalado correctamente al ex presidente Álvaro Uribe como el principal enemigo visible del proceso de paz, pero también hay que agregar al ex procurador Alejandro Ordoñez y a los dueños de miles de kilómetros de suelo colombiano, explotado inmisericordemente en aras de la mayor obtención de riquezas, toda una usurpación.

Saben que con el cumplimiento de los puntos comprendidos en el acuerdo de paz se limitarían sus ganancias y hasta pudieran estar en mayor peligro, si los partidos políticos ahora vigentes no sean capaces de seguir las reglas de juego, en este caso neoliberales, luego de que los ocho años de gobierno de Uribe se caracterizaron por el despojo, la privatización, el robo, el peculado y el aumento del narcotráfico, además de la entrega de la soberanía a Estados Unidos, con la presencia de militares norteamericanos en siete bases, algo sin precedentes en Suramérica, no ocurrido ni en los tiempos de las peores dictaduras establecidas por la “inteligencia” yanki, bajo el nombre de Plan Cóndor.

En este contexto se hace necesario que el gobierno de Juan Manuel Santos fortalezca la implementación, apoye la decisión insurgente de cumplir con todos los acuerdos y rompa los nexos que pueda tener directa e indirectamente con quienes obstaculizan la paz, desde Uribe hasta el último de los latifundistas.

Recordemos que en el 2013, Santos ya los había calificado como los enemigos de la paz y detalló que son quienes “se están inventando todo tipo de historias para tratar de envenenar el proceso y el ambiente”, partiendo de mentiras y cizañas.

Esta posición, se contradice con posturas sostenidas en décadas anteriores cuando, por ejemplo, Uribe marchó como gobernador a favor de la primera consulta popular por la paz convocada en Aguachica, Cesar, en 1995.

Frente a esta postura del ex mandatario, Santos manifestó que “hay quienes no pueden resistir este avance, hay quienes están desesperados porque se les va a acabar su oxígeno, que es el miedo, que es la guerra, y han acudido a todo tipo de ataques, inclusive llamando a la resistencia civil, esa misma que antes proponía Carlos Castaño”, un jefe guerrillero.

Aparece también el exfiscal Eduardo Montealegre quien, aunque se mostró en numerosas ocasiones a favor, el 6 de noviembre del 2015 generó tensión en La Habana, cuando informó que revisaría los indultos otorgados al M-19, luego de firmar el acuerdo de paz en 1989, para saber si abarcaban crímenes de lesa humanidad.

El procurador Alejandro Ordóñez es otro de los que han cuestionado el proceso e incluso condenó las supuestas “pretensiones dictatoriales en nombre de la paz” del jefe de Estado del país. Sus críticas las llevó hasta una conferencia en Miami, donde, rodeado de “gusanos” de todo tipo y nacionalidades, denostó acremente contra el acuerdo logrado.

En una entrevista a un medio miamense dijo que “nos acercamos a pasos agigantados a la disolución de la institucionalidad, al derrocamiento de la Constitución y al consecuente triunfo del proyecto de las FARC. Además, tarde que temprano los acuerdos se caerán por no cumplir los estándares de justicia. Será una falsa paz”, expresó.

Pero solo lo será si no se pone mano firme a quienes tratan de birlar este importante momento en la vida de Colombia, tras más de 50 años de guerra que ha dejado un saldo de unos 300 000 muertos y seis millones de desplazados.

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