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Acorralada

23 de febrero de 2017

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Así se encuentra Grecia ante un falso rescate multimillonario para aliviar su deuda impagable, contraída por anteriores gobiernos neoliberales y corruptos ante la denominad troika, integrada por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Central Europeo (BCE, debía llamarse Alemán) y la Unión Europea.

El gobierno de Alexis Tsipras, quien se mantiene en el poder, a pesar de no haber sido consecuente con las promesas a su pueblo, intenta ahora que tal troika cumpla su promesa de reestructuración de la deuda, así como que desaparezcan las leoninas condiciones que siguen hundiendo en la miseria a jubilados y trabajadores.

Pero pedirle magnanimidad a tales elementos es inútil, porque solo buscan ganancias a cualquier costo, por lo cual Europa y el FMI quieren garantías adicionales: pretenden que Atenas se comprometa por adelantado a activar ajustes automáticos, por ley, si incumple las metas fiscales. Los acreedores apuntan a un recorte del 1% del PIB al final del programa, y otro 1% más adelante. En total, 3 600 millones de dólares más en un país cuya depresión recuerda a la tétrica Europa medieval.

A cambio, Europa liberará fondos, imprescindibles para que Grecia no corra el riesgo de suspender pagos tan pronto como en julio. El BCE incluirá los bonos griegos en su programa de compra de activos. Pero al final, como siempre, habrá ganancias para los dueños del capital, y la deuda no disminuye, sino aumenta.

También se “cuqueó” con la posibilidad de rebajar los objetivos fiscales, todo un “bluff”, porque el FMI lo calificó de poco realista. El programa prevé que Grecia consiga un superávit fiscal primario (sin contar el pago de intereses) del 3,5% del PIB en 2018, y siga en ese listón a medio plazo. “Eso es algo que probablemente ningún país ha logrado jamás”, admiten fuentes europeas. Bruselas aboga por metas en torno al 2%.

Esa relajación fiscal esconde la madre de todas las batallas: la mil veces prometida reestructuración de la deuda. La rebaja de las metas fiscales provocaría automáticamente un deterioro de los niveles de endeudamiento.

El Eurogrupo aprobó hace unas semanas un tímido alivio; el FMI pide más —y avisa de que sin una ambición mayor no pondrá un solo euro adicional—, pero esa es una línea roja para los europeos. La solución podría ser pactar ya ese jubileo de la deuda que se activará a partir de 2018, cuando acabe el tal rescate. Pero Berlín se niega.

De todas maneras, comoquiera que se ponga, Grecia está acorralada y no le queda más remedio que llorar… o alzarse, aunque Tsipras ya defraudó. Un posible Grexit (salida de la UE, al estilo del Brexit) es virtualmente impensable, porque los británicos cuentan con un respaldo político y económico que no tienen los griegos.

Pero todo es posible ante una situación en la que “las condiciones impuestas a Grecia son indignantes”, al parecer de Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía, quien ha sido una de las voces más críticas frente a la ortodoxia imperante en los gobiernos de las grandes capitales europeas y en las entidades financieras internacionales.

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