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Día del amor y algo más

14 de febrero de 2017

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Sobre el amor hay mucho que decir. La palabra no deja de ser venerada por unos y mal usada por otros. Los que apostamos por ella, ya sea para festejar el 14 de febrero o para hacerlo todos los días del año, estamos convencidos de que cada obra humana debe tener amor para ser verdadera.

Esta construcción está hecha con amor. En esa sala de atención a infantes solo se respira amor. Los que repararon y cuidaron mi corazón en el Hospital Cardiovascular, son todo amor, dedicación y entrega. El niño que, sin saber todavía lo que es amor, da un beso cada mañana a su mamá, lo hace amándola.

Son solo algunas aseveraciones de una interminable lista de hechos cotidianos que se hacen con amor y por amor. Entonces cada 14 de febrero, podemos decir que es una fecha, una meta no para el descanso sino para la evaluación, para reconfortarnos y enorgullecernos cuando todo lo que hacemos para bien, lo hacemos por amor.

Hay amor en la dulzura de una madre que amamanta a su hijo recién nacido. La que susurra a sus oídos para que el bebé se vaya acostumbrando a recibir cariño y así se puedan evitar traumas o malformaciones de carácter a medida que se va convirtiendo en joven o adulto.

La flor que regalamos a una esposa, a una hija o a otra persona por la que sentimos admiración y cariño, es –en mi opinión– la más linda de las expresiones de amor que puedan manifestarse en el Día de San Valentín o  –mejor sería– todos los días.

Recordemos que vivimos en un mundo donde no pocos tienen amor por las guerras; los que ordenan lanzar bombas a poblaciones indefensas, o se apropian de recursos naturales para complacer su apetito devorador.

También los hay cuyo amor es por el dinero. Es el amor a lo material. Es otro amor y lamentablemente no pocos aman su creciente fortuna lograda por la explotación de otros o el robo a ajenos.

De Estados Unidos, país que exporta muchas cosas buenas y también muchas corrientes malas, la noticia más curiosa por estos días es que el llamado Día de San Valentín, también se ha dado en llamarle el “Día del orgullo soltero”, con mucha aceptación para ambos sexos, sobre todo para quienes aseguran que es mejor estar solo que mal acompañado.

En México, donde se vive un clima nada amoroso con su vecino que quiere levantar un muro antiinmigrantes y poner altas y abusivas multas a las mercancías que el país azteca exporta a Estados Unidos, los llamados de estos días están dirigidos a las familias para que no se dejen llevar por emociones y hacer gastos no acordes con la situación que vive el país.

El llamado concibe como propuesta que “mientras que no se gaste toda la quincena en un solo día (14 de febrero) habrá posibilidades para dar amor los otros 364 días del año”.

En el caso cubano me atrevería a proponer que tanto las jóvenes parejas pletóricas de amor, como los niños que ya incuban amor en su sentimiento por la madre, el padre, el hermanito, la maestra o el amiguito de la escuela; como en quienes, no importa la edad, hacen gala del amor, la amistad, el respeto y otras cualidades humanas, disfrutemos del amor en su concepción plena.

Para suerte nuestra –de todos– por estos días Cuba se ha convertido en una gran fiesta de amor por la lectura. La Feria del Libro es una expresión de amor, del verdadero, del que se brinda en cada libro, en cada párrafo que podamos leer de los millones de ejemplares que el país pone en manos de sus habitantes.

Eso es amor y bien vale compartirlo con el hijo o la hija, el novio o la novia, el amigo o la compañera; o esa esposa amorosa que nos inculca –y casi ruega– cumplir con el compromiso de acompañarnos y viajar hasta la Feria y allí respirar aire de lectura que también es aire de amor.

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