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Un artículo publicado en 1938 acerca de la música criolla

22 de marzo de 2013

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Hay en nuestra República un evidente deseo por elevar la calidad de la música popular, deseo que se traduce en el compositor, en el autor y en el intérprete.
En el compositor, cuando se esfuerza por evadirse de la modulación vulgar y de las formas trilladas en el largo uso. En el autor, cuando al componer la letra trata de dignificarse en la búsqueda virtuosa del tema y de las palabras. Y en el intérprete cuando intenta en el cumplimiento de su difícil tarea modalidades inéditas de expresión.
Todos los casos son esfuerzos dignos de auspicios del cancionero ciudadano, tan urgido por la necesidad de un mejoramiento. Pero cada uno de los tres esfuerzos entraña un peligro propio. El compositor por el camino de la originalidad melódica puede caer, y casi siempre cae, en el pozo de la desvirtuación y del retorcimiento. El autor eligiendo palabras y seleccionando temas termina escribiendo versos afectados de pedantería. Y el intérprete, exagerando la originalidad de la interpretación, se suma, por su parte, cooperando a restar emoción típica a la música popular.
Hay que progresar mucho dentro de la canción cubana. Pero hay que progresar sin evadirse del cubanismo de la canción. El progreso no consiste en describir con las letras dramas que hacen descender muy bajo nuestro nivel moral. En eso no consiste el progreso. Y los que, creyendo eso un modernismo, creyendo con eso ganar popularidad, sólo hacen poner una nota de burla en los labios del oyente extranjero. Puede ser que en nuestro país, tal vez por ser el nuestro, no nos demos cuenta de esas sandeces que luego se llaman pomposamente canciones y que nos denigran ante los ojos del mundo.
En nuestro folklore existen números bellos y originales, números encantadores que enternecen al que le presta atención, que en ocasiones hacen llorar y en ocasiones hacen reír. El ritmo de la música cubana es delicioso, suave, bello. No sólo es bella su letra, también es bella su melodía. Cuba en el orden lírico ha adelantado mucho, pero desgraciadamente de un tiempo acá han salido unos malos improvisadores que han puesto en nuestros signos musicales algo que bien pudiéramos llamar un borrón.
Sobre el blanco papel de música han derramado la tinta de su ignorancia. Y para colmo y demostrando más con ello su incomprensión hasta la han impreso. Después ese punto negro puesto sobre nuestro folklore perjudicó a todos. Todo en la vida requiere estudio y atención. ¿Quién es Zutano, Mengano o Perencejo para escribir música, si este buen señor ni siquiera se ha tomado el trabajo de leer la introducción de un libro de solfeo? Este es el grave error en que se ha incurrido.
Personas muy ajenas a la música que azares de la vida las llevaron a un conjunto para suplir a uno de sus componentes  que se enfermó, y que no desempeñan muy a gusto la suplencia, son los que días más tarde ya quieren formar orquestas o septetos, ya quieren hacer música propia y ya aspiran hasta ser directores, como si eso fuera así tan así.
De nada vale que el maestro X, A o B se haya quemado las pestañas en los libros de música para aprender la labor que va a realizar de componer un número musical. Surge un atrevido que sin saber de donde vino ya quiere ser el músico excéntrico, el músico con personalidad.
Pero equivocados están… Abandonen tan solo unos días la orquesta. Quédense tan sólo con lo necesario para poder solventar durante las fechas señaladas sus gastos más perentorios y verán como nuestra palabra no es un cúmulo de frases más o menos bonitas. Entonces adquirirán mayor relieve y ustedes a fuerza de sinceros nos  darán la razón. Todo es cuestión de prueba.
La música cubana está falta de progreso. Es necesario buscar en ella pasiones poéticas, pasiones pintorescas o simplemente emociones.
Y sobre todo claridad y simplificación debe tener el compositor en la composición, como claridad y simplicidad debe tener el intérprete al hacer la interpretación.
El esfuerzo de la originalidad tiene que moverse dentro de sus marcos. Sin originalidad nuestra música será abolida, nuestra música que deleitó en París, en New York,  en Londres, en Roma y en la propia Budapest será desechada del mercado y con el tiempo veremos con amargura que América toda también la repudia.
La música cubana es música buena. Se trató de empañar el horizonte de nuestro folklore con nubecillas de envidias y de calumnias, pero el diafanidad y claridad de nuestros crepúsculos  lo impidió. Y actualmente pese a todos los obstáculos que se le ponen, la músicas criolla triunfa entre nosotros y en el extranjero. Y por ello, estamos de plácemes.

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