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Matando afganos

13 de enero de 2017

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El mando militar norteamericano debe estar contento, porque sus bajas han disminuido en Afganistán, no solo porque Estados Unidos disminuyó sus tropas, sino porque lo sofisticado de las armas que experimenta allí les permite asesinar a larga distancia, sin que el agresor sea detectado.

Así, prosigue la “limpieza” en zonas donde el ocupante no se atreve a entrar, en tanto mantiene unos 11 000 efectivos que deberán estar hasta el 2024, incumpliendo Obama, nada extraño, el compromiso de retirar todos los soldados estadounidenses y dejar apenas unos centenares de asesores de las fuerzas locales.

Entre las más recientes actividades de las tropas norteamericanas está el reconocido asesinato de 32 civiles este miércoles 12 en un tiroteo no explicado, luego de la muerte de otros 30 y el aniquilamiento de los 13 integrantes de una familia días antes.

Y esto es lo más recientemente conocido de la larga lista de asesinados por el Imperio en la sufrida nación, en la que Estados Unidos ha utilizado al Estado islámico o Daesh para combatir a los talibanes, sin recibir ni un solo disparo del remanente de la Alianza o de ISAF, grupo que había sido oficialmente encargado para seguir las actividades militares de Estados Unidos, que nunca, subrayo, han cesado.

Recordemos que la agresión e invasión a Afganistán fue el primer “castigo” que Estados Unidos infligió a presuntos terroristas implicados en losatentados a las Torres Gemelas neoyorquinas y el Pentágono el 11 de septiembre del 2001.

El objetivo declarado de la invasión era encontrar a Osama bin Laden y otros dirigentes de Al Qaeda para llevarlos a juicio, y derrocar el Estado Islámico de Afganistán, gobernado por el ya fallecido emir mulá Omar, que a juicio de las potencias occidentales apoyaba y daba refugio y cobertura a los miembros de Al Qaeda.

La Doctrina Bush de Estados Unidos declaró que, como política, no se distinguiría entre organizaciones terroristas y naciones o gobiernos que les dan refugio.

Quince años y medio después, la matanza de afganos no ha cesado.En el curso de ese tempo, EE.UU. se ha dado “banquete”al matar civiles, destruir infraestructura y ocupar parte de una de las naciones más pobres y atrasadas en todo sentido del planeta, como suele hacer el Imperio en sus abusivas agresiones, en las que, reiteramos, experimenta sofisticadas armas.

Enun reciente comentario constatamosla falsedad de una retirada que dejó enrealdad miles de especialistas bélicos en diversas bases, dirigiendo aquí y allá a tropas del genuflexo aliado y de aliados en el genocidio, desde españoles a alemanes, pasando por el resto de la gama de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Por eso, cuando se habla de los talibanes, como, después de haber sido barridos del poder, se organizaron y, junto con otros elementos opositores, establecieron una férrea resistencia al ocupante, hay que reconocer su valentía, independientemente de que no se esté de acuerdo con procedimientos o modus vivendi discriminatorios.

Mal armados, refugiándose en las montañas, en sus cuevas y otros vericuetos para emprender sus acciones armadas, la resistencia no pudo ser doblegada, a pesar de que la OTAN e ISAF, combinados por EE.UU., contó con la participación, además de la del Imperio, conla del Reino Unido, Alemania, Francia, Italia, Canadá, Turquía, España, Rumania, Australia y 37 países más, recordándome aquella intervención de Washington en Corea, en 1950, bajo la bandera de Naciones Unidas, en la que consiguió la de las fuerzas armadas de otras 14 naciones.

En este contexto, este miércoles se cumplieron quince años de la apertura de la prisión que Estados Unidos abrió en la base del territorio ilegalmente ocupado de Guantánamo, donde aún se hallan prisioneros afganos a quienes no se les ha abierto proceso legal alguno, sufriendo vejámenes y diversos tipos de tortura.

Aunque la saliente administración prometió desde un inicio que cerraría la prisión, lo cierto es que no ha sido así, y no hay mucha molestia en explicar una realidad que siempre ha estado envuelta en la impunidad, al igual que la decisión imperialista de seguir matando afganos.

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