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José Antonio Fernández de Castro (I)

8 de marzo de 2013

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Fernández de Castro

Como bien dice el colega Leonardo Depestre: La convocatoria anual del Premio de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro ha traído de vuelta, luego de un lapso de olvido relativo, la memoria de un intelectual de quehacer significativo en las disciplinas de periodismo, la crítica, el ensayo, la historia y la investigación literaria.
En el decenio del veinte del pasado siglo, Enrique José Varona apuntaba del entonces muy joven escritor: “Es de los que aman a su patria, pero no de los que se ponen voluntariamente una venda en los ojos, ni mucho menos los que se dejan vislumbrar por la pasión o el interés.”. La aseveración, en una voz autorizada como la del prestigioso pensador, – al decir de Depestre- aporta un retrato veraz de la personalidad de este autor.”
Confieso que la primera vez que oí hablar de José Antonio Fernández de Castro, destacado periodista, crítico e investigador cubano fue a finales de la década de los 70 del siglo pasado.
Fue en la casa de Loló de la Torriente cuando ella y Enrique de la Osa, en criollísimo diálogo, evocaban a esta figura tan grata para ellos mientras la joven aprendiz de periodista, de puro asombro, no perdía ni una palabra ni un gesto.
Lo singular en José Antonio, a mi juicio, –me confesó una tarde Loló – no fue precisamente su obra escrita, -erudita de por sí-, no obstante su significado, sino la manera en que la realizó. “El aliento que le infundió. En él lo más notorio y profundo era su calidad humana”.
La visita se repitió más de una vez, unas en compañía de Enriquito, otras, -ya con más confianza- sola, pero siempre salía a relucir el nombre de José Antonio Fernández de Castro (La Habana, 1897-1951).
Eran fabulosas las historias sobre este personaje inquieto, curioso, lleno de ansias de vivir. Apuesto, de cuerpo esbelto, fuerte, elegante. Los ojos llenos de inteligencia. Así lo evocaba Loló.
Un día ella me obsequió su libro “Mi casa en la tierra”, de 1956, del que, revisado y aumentado por su autora, se publicó una segunda edición en 1985 (Loló murió dos años antes) bajo el título “Testimonio desde dentro”.
De este último volumen –el anterior fue prestado y jamás devuelto- son estos textos sobre aquel hombre para quien “lo más importante era mantenerse fiel a los principios”.
“Entre artistas y escritores distinguíase (José Antonio) por su fina sensibilidad, por su capacidad crítica y por su renovado espíritu de creación. Estas cualidades, tan valiosas, le llegaron de la propia experiencia, de su propio vivir. De su inquietud e indagación frente a la vida. Para comprender esto cabalmente precisa haberlo conocido. No era hombre de gabinete. No se forjó en la biblioteca, aunque conocía todas al dedillo (las de Cuba, México, Washington, Nueva York, Rusia, París, Caracas). No escribió, olvidado de las realidades económico-sociales en la delicia del aire acondicionado, sino que recogió en la calle, en el taller, en la redacción del periódico, tan bulliciosos como exigentes, los rumores todos que darían, a su obra, vida y emoción.”

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