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Pasos hacia la dictadura

14 de noviembre de 2016

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Argentina se estremece hoy con manifestaciones de diversa índole contra el gobierno de Mauricio Macri, quien, electo democráticamente, por confusión o no, pero electo, impone a diestra y siniestra medidas draconianas que van contra los intereses de las mayoritarias clases media y baja de  la nación sudamericana.

Sin importarle las vicisitudes de las madres  y abuelas de la Plaza de Mayo, los sindicatos y los empleados públicos masivamente cesanteados, Macri logra taimadamente la aquiescencia legislativa, elude a quienes se le opone, gobierna por decreto y cumple alpie de la letra el programa de regreso a la política neoliberal que enriqueció a unos pocos a costilla de millones de argentinos antes del comienzo de la ya fenecida era kirchnerista.

A veces uno se pregunta como una oposición que ensalzó al poder a un individuo como Mauricio Macri pudo borrar momentáneamente los irrefutables avances de los gobiernos de Kirchner y Cristina Fernández dentro y fuera del país.

Y es que, además del poder económico, los enemigos del pueblo tenían, tienen, el mediático, que tanto daño ha estado haciendo a los gobiernos progresistas latinoamericanos, algunos ya defenestrados y otros en franca confrontación.

Por eso en Argentina pasó lo peor que le puede pasar a un país, a toda nación del mundo, cuando una gran parte de la población, incluso a aquellos que se decían peronistas y kirchneristas, asumieron y adoptaron los discursos más miserables.

Estos estuvieron bien presentados por mentirosos profesionales disfrazados de periodistas, dirigentes o candidatos, e hizo que el pueblo caminara hacia el cadalso, eligiendo a Mauricio Macri, quien lo menosprecia, y esto no es mentira ni simple propaganda contra la hoy derecha dominante.

Este tipo de cuestión no se ve, no se cree, pero sucedió, y es la cruda realdad en que se ve envuelta una Argentina que cayó en la trampa del más crudo neoliberalismo, cuyas medidas se siguen imponiendo, pese a farfullos legislativos en su contra.

Todo fue una pantalla que confundió a las clases populares, a los desposeídos de siempre, de súbito enceguecidos y confundidos por predicadores a favor de candidatos de la derecha que tienen realmente baja cultura, pero con alto accesoa riquezas con las cuales compraron almas y votos.

Esa oposición acusó al gobierno de confrontativo, y el juego le salió bien, porque la esfera oficial no supo responder con serenidad y calma, cuando tenía pruebas que demostraban su limpieza.

Dicen que la historia pasará a todos las facturas de sus errores, pero hoy lo que importa es reflexionar sobre el difícil presente y un futuro incierto, acaso ominoso.

Y es que es relevante el papel que juega el odio, que es un sentimiento inferior, mediocre y destructivo, peor incluso que el resentimiento y la envidia, porque cuando llega a una sociedad, suele quedarse, al no ser genético, sino cultural.

Como ejemplo de lo que está pasando en la sociedad argentina de hoy, en el que se trata de levantar banderas contra el macrismo, se debe recordar cuando el presidente de la Sociedad Rural inauguró hace tres años la exposición agroganadera, al dejar bien claro esa polarización.

El modelo político y económico al que adhieren los dirigentes del “campo” o no, es exactamente el mismo que impuso en 1976 la dictadura y luego perfeccionó el menemismo en los ’90. Bueno, con ese modelo coinciden Macri, un gran número de dirigentes opositores y el Partido Radical, aunque no lo dicen.

Lo que los unió fue el odio de no haber podido detener las transformaciones sociales que implantó el kirchnerismo,  algunas incompletas, pero transformaciones que cambiaron el país.  Parafraseando a Juan Domingo Perón, se podría decir que “no es que nosotros seamos buenos, sino que los otros son peores”.

Antes y después del kirchnerismo sólo hubo y habrá gobiernos peores y el actual, del electo democráticamente Mauricio Macri, involuciona y demuestra un quehacer vengativo, en sus pasos hacia la dictadura.

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