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Escenario de depredación

1 de noviembre de 2016

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África sigue siendo el punto de mira para las acciones norteamericanas y europeas de explotación y latrocinio, genocidio incluido, sin que nada o nadie vulnere tal impunidad.
Resultado de ello es en lo externo la huida constante y muerte muchas veces de africanos no solo del norte, sino del centro y de la hambreada región subsahariana hacia una Europa que lo desprecia y, si acaso, los acepta para explotarlos de disímil manera.
Ahora nos enteramos de la ampliación a 22 países de la presencia militar norteamericana, y la intensificación en Somalia del campo de experimentación para sus drones y otras armas sofisticadas, apoyándose en ocasiones en la base militar que Israel tiene en Yibutí, nunca mencionada por los medios occidentales.
La injerencia imperialista abarca disímiles maneras, y otra vez la región subsahariana se vuelve a convertir –diría que ha seguido– en un escenario de disputas por el control de las materias primas, por lo cual se repite una secuencia secular de trágicas competencias entre compañías extranjeras por la depredación de las riquezas naturales.
Cuando Naciones Unidas u otros organismos que debían velar por la paz mundial, así como gobiernos del continente bien intencionados tratan de poner coto a tal situación, lo más que pueden hacer es legalizar estas intervenciones, con el fin de que el daño sea el menor posible y se pueda volver a una situación de cierta normalidad, lo cual es imposible.
Y es así, porque la llamada ayuda occidental para la necesaria reconversión agrícola y modernización industrial ha fallado sucesivamente, recreando la vieja inserción de la zona como exportadora de materias primas.
África es la región comercial más abierta de todo el planeta, puesto que desenvuelve internamente sólo el 15% de sus intercambios. La apertura internacional presenta todos los rasgos de un sometimiento, que se acentuó con un ajuste neoliberal que introdujo formas de recolonización que redujeron el margen de autonomía conquistado por movimientos nacionalistas durante la descolonización.
Se habla de que la paz ha llegado a ciertas zonas de guerra y que solo la acción de crueles movimientos terroristas son los que perturban la tranquilidad, pero no es así.
Si nos remitimos a años atrás, podemos afirmar que muchas zonas del continente han sido escenarios de guerras clásicas de rapiña. La tragedia más conocida es el genocidio que desgarró a los tutsi y hutus. Pero esta situación se ha repetido en incontables ocasiones. En el Congo se libraron, por ejemplo, dos conflagraciones (1996-97 y 1998), que dejaron tres millones de muertos, un millón de desplazados y a toda la población sin agua, ni electricidad.
Pero aunque la lucha se ha ubicado en ciertas zonas del país, las más ricas, los grupos armados se disputan actualmente el botín, privilegiando la captura de importantes minerales para la fabricación de los celulares, por poner un ejemplo.
Con aparente diferencia en sus principales problemas, la ya mencionada Somalia y Senegal representan en África la mezcla de tragedia y tensión interna que puede hacer estallar a un continente postrado durante años ante las apetencias de naciones capitalistas desarrolladas.
Hoy millones de somalíes están apunto de perecer de hambre, debido a que a la guerra exacerbada por las maniobras del imperialismo, se le suma una intensa sequía que agobia también a otras naciones del llamado Cuerno Africano, que no recibe la suficiente ayuda internacional. Situación latente en muchas otras naciones de la región, agravada por la desidia capitalista y el constante atenazamiento de monopolios que no quieren perder sus privilegios. En cuanto a Senegal, es otro ejemplo de las cuestiones que afectan a países del continente que heredaron las malas mañas de las otroras potencias coloniales, con políticas que entronizan la corrupción, la impunidad, el despilfarro oficial y la falta de justicia, de salud y educación, lo cual va de la mano con el enriquecimiento personal y el nepotismo.
El aumento del desempleo y la inatención a la juventud colman la copa del descontento en esta África que ve morir a muchos de sus hijos ahogados en el Mediterráneo, despreciados por sus antiguos colonizadores y actuales explotadores
No es suficiente la fórmula china de profundizar y diversificar nexos antiguos que ahora rompen esquemas. Esto, que es lo que África necesita, no puede, sin coherencia y voluntad política de los propios gobiernos africanos, romper con los vínculos que rigen con las naciones occidentales.

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