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Quemarse o salvarse

30 de septiembre de 2016

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Les prometí dedicarme hoy a escribir sobre el actualmente popular “síndrome del burnout o del quemado” que es una enfermedad que tiene sus causas o se origina fundamentalmente por circunstancias dentro del área laboral. También les comenté que cuando no hay bienestar emocional en los trabajadores hay más posibilidades que aparezca este síndrome.

Entre los indicadores negativos se pueden encontrar un mal ambiente laboral, ya sea por condiciones materiales insuficientes; malas relaciones interpersonales; estilos de dirección inadecuados; deficiente motivación; resultados laborales pobres; baja remuneración económica; exigencias elevadas no acordes con la preparación del trabajador o en sentido general con sus posibilidades reales de cumplir con las tareas asignadas, sea cual fueren las causas. Pueden existir otras, dependiendo de las particularidades de cada entorno laboral, de la sociedad, del nivel de desarrollo, etc., y, por supuesto –y lo dejé para el final por ser lo más importante– factores que dependen del propio individuo y de forma muy particular de sus capacidades emocionales, de su alfabetismo o analfabetismo emocional. ¿Por qué? Pues les comento que el burnout o quemado es una forma de manifestación de estrés y se caracteriza por un patrón crónico de respuesta afectiva en relación con condiciones laborales estresantes mantenidas y que aparece en determinados trabajadores porque lo puramente individual es fundamental.

Puede ser que por ejemplo algo tan sencillo para Silvia como elaborar una estrategia publicitaria para un producto de belleza; es fuertemente estresante para Alfredo, aunque ambos son publicistas, pero él se siente más cómodo participando como “copiloto” y no como comandante de la nave. Es por ello que si con el tiempo, se mantienen estas exigencias hacia Alfredo porque el jefe entiende que “ya es hora de que suba un escalón”, entonces lo que el jefe entiende como una buena oportunidad para él, es en la evaluación personal de Alfredo una situación de estrés mantenida, y comienzan a aparecer las manifestaciones más habituales del “quemado” como son: el agotamiento físico e intelectual, cambios de carácter y de cualidades de personalidad en general, afectividad caracterizada por el cinismo, disminución en la expresión de la afectividad, agresividad y por último presenta ineficiencia en las tareas laborales.

Por supuesto, en todas las personas “quemadas” no se presentan, ni todas las manifestaciones antes mencionadas, ni con la misma intensidad, pero sin dudas el desequilibrio es evidente. Puse este ejemplo pero hay millones (y no exagero) de las causas de aparición de un bornout. No caben dudas que el buen manejo de las emociones o ser emocionalmente inteligente es la mejor prevención para no “quemarse”, aunque no la única porque nunca un solo factor es la panacea universal, pero puede ser el factor que evite llegar al punto crítico y así poder manejar las situaciones.

En este caso del “quemado” hay varios puntos interesantes para aprender y que les digo de inmediato: La motivación ante la tarea, porque si no existe es un elemento indicador de que algo anda mal, porque puede ser que la persona no quiere darse cuenta racionalmente que “no puede”, y la desmotivación es una señal de la mente emocional que no debemos ignorar. Otros síntomas son: sentirse agobiado, nos sentimos molestos u otras emociones negativas como tristeza, ansiedad, lo que antes hacíamos fácilmente ahora nos cuesta más trabajo o cometemos errores. También aparecen las dificultades en llevarnos bien con los compañeros de trabajo, con clientes, pacientes, en fin con aquellos con los que tenemos que interactuar diariamente. Y creo que ya es suficiente para que pueda auto diagnosticarse y prevenir un incendio.

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