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Caridad y deber

28 de julio de 2016

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Para el ser humano normal debe ser innato eso que llaman caridad y también solidaridad con el prójimo, cuando se encuentre en condiciones desvalidas, no importa si se es o no religioso, solo honesto.
En este mundo controlado por el neoliberalismo, donde se impone cada vez más aquella egoísta frase “cuánto tienes, cuánto vale”, el poder de turno trata de aprovecharse de la caridad privada, la que nace con uno, con vocación social y aceptada como valor innato.
Ello no sucede en nuestro país, ni en los pocos que tratan de construir el socialismo con sus propias especificidades, ni en naciones con gobiernos progresistas e inclusocapitalistas con mentalidades avanzadas y que no echan al cesto de la basura la seguridad social.
Pero en esta época de crisis a muchos regímenes se les ha salido la oreja del egoísmo y tratan de hacer recaer la responsabilidad de no abandonar al ser humano desvalido a instituciones o personas dispuestas a la solidaridad humana y, en algunos casos, se ha servido de estas para realizar labores de zapa.
Uno de los ejemplos más connotados lo constituye España, donde el 27,3% de sus habitantes linda en la región de la pobreza.
Frente al descalabro social, el ente dominante recuesta su deber solidario de ayuda en todo lo que huela a espíritu caritativo, ymaneja una propaganda para hacer creer que es una obligación ajena lo que le corresponde. Y, lamentablemente, algunos lo aceptan. Pienso que, a pesar de las recientes agitaciones actuales, aún predomina el conservadurismo de las décadas franquistas.
Los creadores de la crisis que vive el país -que se puede aplicar a otros- soslayan su deber yse recuestan en las numerosas iniciativas sociales y de apoyo mutuo que tratan de salvar a la gente de los desahucios, de la pobreza, del frío, del hambre, de los cortes de agua y luz, de la precariedad y la carencia de las necesidades más básicas.
En reciente viaje a mi natal Jatibonico, y en conversaciones con personas que regresaron definitivamente de España, se coincideen señalar que la prensa coadyuva a esta situación de presentar el carácter benéfico de las entidades e individuos como el único actor posible para responder a las situaciones de emergencia y pobreza generalizada.
Eso provoca nosolo una desconfianza hacia el poder público ultrajado por la ideología neoliberal, que es al que le “toca” de verdad, sino algo mucho peor: su retirada simbólica del imaginario colectivo como sistema corrector de la desigualdad.
Este es un mal acentuado desde que el Partido Popular tomó el poder, que aún continúa vigente, con o sin mayoría, amparado directa o indirectamente por aquellos al que le han inculcado temor a un posible cambio, una presunta inestabilidad si se apartasen de “lo correcto”, controlado por el conservadurismo.
Todo esto, por supuesto, tiene a sus principales víctimas en los más pobres y necesitados, porque son los más débiles, no tienen posibilidades de gestión y solo ven su salvación, no en la obligada gestión oficial, sino en las buenas y caritativas personas.
Así a esa creciente masa de pobres se le estigmatiza, se hace recaer en ella las culpas de su propia condición.
El activista social Paco Roda recuerda en la página web de Viento Sur que algo grave está ocurriendo, cuando se está normalizando la beneficencia en el espacio social, admitiéndose como única alternativa redentorista ante la falta de respuestas públicas… “porque estas actuaciones y dinámicas ni reparten ni generan igualdad, dosifican migajas de solidaridad arbitraria, dependiente y clientelar”.
Y seguirá sucediendo en tanto gobiernen individuos y grupos provocadores del caos social en que está sumida España.

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