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Crece la tensión en Asia-Pacífico

19 de julio de 2016

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Mientras en el escenario mundial los principales acontecimientos parecen concentrarse en Europa –donde la OTAN sigue amenazando y provocando a Rusia–, y en el Oriente Medio –donde Siria continúa su lucha por la independencia y el Estado Islámico diversifica el terrorismo–, la tensión crece de manera gradual pero peligrosa en la región Asia-Pacífico.

No olvidar que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ya a mediados de sus dos mandatos había anunciado solemnemente que el país imperial trasladaría, a partir de esos mismos momentos, su “prioridad estratégica” hacia esa vasta región Asia-Pacífico, en la cual a partir del fin de la guerra de agresión yanqui contra Vietnam todos los países que la integran habían logrado un modus-vivendi de convivencia pacífica y de arreglo civilizado de las disputas, algunas de ellas territoriales o marítimas que vienen de larga data, de la época colonial.

El funcionamiento y la actividad diplomática de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) ampliada al ingreso de los indochinos (Vietnam, Cambodia y Laos) marcó una positiva contribución al propósito de lograr una comunidad estable y basada en el respeto mutuo.

Como muchos sospechaban y advirtieron, el fatal anuncio de que el gobierno de Estados Unidos pasaba a conceder la llamada “prioridad estratégica” a la región Asia-Pacífico, presagiaba sin dudas una perspectiva de injerencias, presiones y conflictos muy ajena a la que hasta entonces esos países habían vivido, posibilitándoles –además– concentrarse en su desarrollo económico.

El tiempo confirmó, más temprano que tarde, lo que tal prioridad significaba y ratificó las premoniciones de los especialistas: no era más que la forma enmascarada de llevar adelante una política de cerco, amedrentamiento y amenazas contra la República Popular China.

El pretexto más inmediato ha sido la soberanía china sobre el Mar Meridional de China, –que no por gusto recibe ese nombre– en cuyas aguas la flota de guerra estadounidense realiza constantes provocaciones, urdiendo un incidente mayor que les permita escalar el conflicto.

La historia imperial de Estados Unidos está plagada de este tipo de provocaciones y autoagresiones, de incidentes que nunca han quedado suficientemente claros, desde la voladura del “Maine” en Cuba hasta el Golfo de Tonkín en Vietnam y las Torres Gemelas en Nueva York.

En lo político y diplomático, la Casa Blanca maniobra de manera incesante y febril contra China mediante intrigas, conjuras y falsedades tratando de dañar las relaciones de Beijing con los países de la ASEAN, a los que también presiona y alienta con interferencias groseras, alegando defender la Convención sobre los Derechos del Mar, que Estados Unidos ni siquiera ha ratificado.

En Asia-Pacífico la “prioridad estratégica” muestra su verdadera y peligrosa faz.

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