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Ernesto Lecuona-Epistolario (LI)

19 de agosto de 2016

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En librerías de la capital y provincias cubanas se encuentra a la venta la segunda edición de nuestro libro Ernesto Lecuona: cartas, publicada por la editorial Oriente, de Santiago de Cuba. Y para que los lectores de esta sección aprecien el contenido del aludido título, continuamos en De Ayer y de Siempre la inserción de gran parte de las epístolas que integran la aludida obra.

Los cambios que en todos los órdenes ocurrirían en la Isla a partir del 1ro. de enero de 1959 repercutieron también en la SNAC –Sociedad Nacional de Autores de Cuba–, que llegó a esa fecha con José Sánchez Arcilla y Ernesto Lecuona en los respectivos cargos de presidente y vicepresidente, pero de manera provisional.

En medio de la ausencia de Sánchez Arcilla, quien se hallaba en España, de donde no volvió más a Cuba,  alcanzaron su momento más intenso las antiguas quejas y denuncias de un grupo de compositores, lo cual motivó la intervención oficial de la SNAC, responsabilidad que, principalmente, asumiera el doctor Juan Clemente Zamora. Casi de inmediato los maestros Ernesto Ernesto Lecuona, Gonzalo Roig y Rodrigo Prats, entre otros, son acusados de “[…] haber prestado su nombre a los manejos que se hacían en la SNAC en tiempos de Batista”, y se atribuyó la principal responsabilidad de todas las artimañas a Francisco Carballido, secretario general y asesor legal de la entidad.

Como asesores de la SNAC intervenida por el Gobierno Revolucionario y, alentados por su deseo de poner en orden el cos existente en esa institución, el 26 de febrero de 1959 César Portillo de la Luz, Rosendo Ruiz Quevedo, Juan Arrondo, Orestes Santos, Humberto Suárez y Julio Gutiérrez suscribieron un acta, en la cual reiteraban sus acusaciones contra el letrado, y acto seguido agregaban: “Y fueron precisamente Gonzalo Roig, Ernesto Lecuona, Miguel Matamoros y Rodrigo Prats, quienes se constituyeron en cumplimenteros pasivos del mencionado Francisco Carballido, hoy expulsado de su cargo como secretario general de la Sociedad Nacional de Autores de Cuba”.

La bondad característica en Lecuona siempre lo indujo a permanecer inmutable ante los ataques de adversarios que no faltaron a su paso por el reino de este mundo. Sin embargo, en este trance sintió lesionado algo que, más allá de sus méritos artísticos, lo distinguiera ante sus colegas y el pueblo cubano: su honestidad. Renunció en mayo de 1959 a la SNAC, determinó mantenerse inmerso en faenas profesionales de su interés y evitó dar cabida en su espíritu a resentimientos contra, según se afirmó en el diario habanero La Calle, “Seres irresponsables, a muchos de los cuales vio nacer […] pretendieron borrar en un momento de egoísmo débil, medio siglo de gloria y ovaciones para Cuba a través de la música de este gran compositor, que con su María la O, La comparsa, Malagueña, Danza negra, Siboney y tantas bellas obras con las que ha realizado la misión diplomática más bella que haya logrado nuestra patria en el mundo entero. Ignorar con el silencio a esos seres es el mejor de los perdones”.

A pesar de todas las inculpaciones formuladas en aquellos tiempos a Francisco Carballido, prevaleció en Lecuona el invariable afecto que desde años atrás lo unía a él y su esposa: la soprano Luisa María Morales, una de las primeras personas en defender públicamente la integridad moral de Lecuona y Roig mediante una carta dirigida al periodista y locutor Arturo Artalejo, propietario de Radio Capital. La misiva se leyó en tres oportunidades el 9 de septiembre de 1959 ante los micrófonos de esa emisora, e impactó en el sentir del pueblo al publicarse cuatro días más tarde en el Diario de la Marina:

 

 

Sr. Arturo Artalejo

Radio Capital

La Habana

 

Quiero agradecerte el favor de darme la oportunidad de hacer públicas estas líneas que creo coinciden con tu propio sentir, según me han informado. Como cubana primero, como amiga de todas las épocas y en todos los momentos, y como cantante que ha realizado siempre en Cuba y fuera de Cuba, menos durante el batistato, actuaciones de primera categoría, y que desde los catorce años ha laborado con los maestros Gonzalo Roig y Ernesto Lecuona, deseo hacer pública mi protesta ante la intentona de depurar (por un grupito de músicos que se llaman a sí mismos revolucionarios y que habrá que saber qué hicieron en realidad por la Revolución) a todo músico en general que ellos tachen de batistero, intentona que resulta ridícula y bochornosa al atreverse a tocar a Lecuona y Roig.

El Maestro Lecuona jamás tuvo apoyo moral ni económico del régimen de Batista. No tuvo de ellos ni siquiera el respeto que toda figura grande de la música en cualquier país inspira a sus gobernantes. Lo ignoraron siempre, y él tampoco quiso nunca llamar su atención. Y mientras en el extranjero se le reverenciaba y se le reverencia; mientras en Málaga lo reclaman y le organizan homenajes y pretenden regalarle una casa para tenerlo allá por lo menos la mitad del año, aquí se le dio la espalda y el gobierno lo ignoró, al extremo de que jamás se vio ni en conciertos ni homenajes, al más humilde representante de ellos, ni jamás, ¡gracias a Dios!, recibió privadamente misivas o cheques que compensaran en parte la ofensa del desaire público.

El Maestro Roig, por su parte, tampoco tuvo homenaje ni apoyo alguno. Solo ha recibido el sueldo que como Director de la Banda Municipal percibe, y que ocupaba ya a través de muchos años, porque por algo es Gonzalo Roig, puesto que ha colocado a esa Banda dentro de un plano de dignidad y prestigio internacional en la parte artística, ganándose con creces, con esa su intachable labor, la posición envidiable que hoy disfruta.

Los que hoy llamándose revolucionarios, se atreven a señalar y tratar de abolir a figuras del arte en su patria, ¡qué daño tan grande le hacen a la revolución!

En qué ridículo tan grande, este grupo de músicos está colocando a esta Revolución que debía ser sagrada, y no tomarla como pretexto de ambiciones personales, ni para escalar alturas basándose en la calumnia y la deshonra ajena. Quieren depurar a Lecuona y a Roig… Y, a ellos, a esos músicos, ¿quién les depurará su mentalidad enferma por la ambición y el anhelo de popularidad, de posiciones obtenidas a base de talento, inspiración y sacrificios por aquellos a quienes atacan? No sé qué poder tendrán, o quiénes serán los que esas pobres ideas incuban y alimentan en sus mentes; pero eso sí, Lecuona y Roig son dos figuras respetables y respetadas, aunque les pese, en el mundo entero, y el espectáculo de pretender anularlos en su propia Patria, basándose en el interés y la calumnia, es tan absurdo y tan cobarde, que solo traerá como consecuencia una mancha para el arte en Cuba; bochorno para todo cubano, artista o no, que no levante su voz de protesta ante tamaño error; y un baldón eterno para los nombres de los músicos irresponsables que tratan de consumar esa monstruosidad, el cual arrastrarán siempre consigo, ya que Roig y Lecuona son dos valores que brillan con luz propia; y esa luz es tan refulgente que, aún desapareciendo ellos, para todos los cubanos brillarán siempre en el recuerdo, opacando todo fulgor de aquellos que pretenden sustituirlos.

 

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