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No perder el tino

14 de julio de 2016

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Cuando en Cuba hubo que adoptar una estrategia de período especial para que la población sufriera los menores efectos de una crisis agudizada por la desintegración de la Unión Soviética y la caída del campo socialista, muchos agoreros de dentro y de fuera apostaron por el fin de la Revolución.
Pero la resistencia de nuestro pueblo y la sabia conducción de su líder Fidel Castro, se impuso y poco a poco se fueron cosechando los productos sembrados en la conciencia popular desde el mismo triunfo de 1959.
Vale recordar hoy que el poderoso vecino del Norte, el mismo que nunca ha cejado en su empeño de volvernos a colonizar, lejos de acudir a su condición ¿humanitaria? y desarticular el bloqueo que tanto daño ha hecho a los cubanos, apretó más las tuercas en un empeño visceral por asfixiarnos.
No olvidemos que algunos de aquellos llamados “cubanos”, radicados en Miami, prepararon sus maletas de urgencia y hasta pasajes habían sacado para enrumbar hacia el terruño que los vio nacer y crecer y que también los vio traicionar. Y huir.
Fue la década de los años 90 otra prueba para nuestro país, nuestro pueblo y la dirección de la Revolución. Pero, una vez más, salimos victoriosos, sin habernos rendido, sin hacer concesiones, sin ceder soberanía, sin renunciar a nuestra independencia.
Allá, en la cuna de los que apostaron por el fin, tuvieron que volver a deshacer sus maletas y la opción de los apátridas y de los gobernantes del Imperio, fue la de continuar con el bloqueo, apretarlo cada vez más, perseguir todo aquello que pudiera ser una ventana para que Cuba respirara, y, muy importante, dar millones de dólares para “acabar con el socialismo cubano desde dentro”.
Vaya caprichos de trasnochados exponentes imperiales, incapaces de aceptar que pueden haber y los hay, pueblos enteros que se honran con los principios de no doblegarse, no claudicar, no ceder soberanía ni independencia, y avanzar con la frente en alto aunque el camino esté lleno de espinas.
Pero en medio de esta lucha inconclusa, lo que jamás podemos olvidar es que el Imperio sigue a 90 millas y aunque sus métodos –según el mandatario de turno– son otros, el objetivo es el mismo: destruir la Revolución.
Por supuesto que los augurios de “nuevos tiempos” han hecho porosa la epidermis de algunos que esperan “lo que viene” y apuestan a algo que aunque no han conocido en carne propia –el capitalismo salvaje–, creen que va a refrescar la economía de la Isla.
Leí por estos días en uno de esos blog que están de ¿moda? y en una publicación digital de las que paga a seudoperiodistas mercenarios, que alguien con nombre de mujer aupaba las “buenas intenciones” de Washington y cuestionaba las “malas intenciones” de Cuba, en el actual panorama internacional de relaciones entre ambos países.
¡Qué manera más superficial y poco vergonzosa de obtener 10 o 15 CUC!
Problemas hay, los tenemos y debemos resolverlos, pero sin perder el tino que nos ha traído hasta aquí y nos llevará –estoy seguro– a un futuro mejor, más socialista y más sostenible.
El futuro, y ojalá fuese con buenas relaciones entre Cuba y el vecino del Norte, solo dependerá de nosotros, de las extraordinarias fuerzas de un pueblo que supo imponerse y crecerse ante adversidades de todo tipo, y que seguirá el rumbo, convencido de que lo que aquí construimos es mil veces mejor que el neoliberalismo y el colonialismo que quieren imponernos.
Dediquemos lo que hemos hecho y lo que seguiremos haciendo a Fidel, ese gigante que por estos días cumple 90 años para bien de Cuba y de toda la humanidad.

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