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Ernesto Lecuona-Epistolario (XLIX)

5 de agosto de 2016

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Foto 143 (Small)

 

En librerías de la capital y provincias cubanas se encuentra a la venta la segunda edición de nuestro libro Ernesto Lecuona: cartas, publicada por la editorial Oriente, de Santiago de Cuba. Y para que los lectores de esta sección aprecien el contenido del aludido título, continuamos en De Ayer y de Siempre la inserción de gran parte de las epístolas que integran la aludida obra.

Con el apoyo económico de Juan Bautista Brouwer, el 4 de abril de 1927 Ernesto Lecuona inauguró la Lecuona Music Co., cuya sede radicaba en la calle Espada, número 24-A, en Centro Habana. En esa firma editorial, principalmente destinada a la publicación de su música, tuvo Lecuona otros socios, entre ellos Manuel Tallés, quien en mayo de 1959 informó al pianista y compositor su determinación de ceder todas las acciones de su propiedad invertidas en la Lecuona Music Co. Por tal motivo, el 18 de ese mes y año el maestro le escribió una carta, en la que le formulaba ciertas sugerencias al respecto.

 

 

Sr. Manuel Tallés

Aguacate 107, bajos

Ciudad

 

Amigo Tallés:

Muchas gracias por su carta; de sobra sé que el negocio que planeamos de la Lecuona Music Co. para usted no ha sido bueno, y lo que es peor, sin perspectivas futuras; por ello comprendo y me doy cuenta de la necesidad, dada su situación que me explica, de ceder la totalidad de las acciones de la compañía que usted tiene.

A mí, dada la situación que tengo actualmente y debido a los enormes gastos que he tenido en mi último viaje, así como los pagos de impuestos en Estados Unidos, me son imposibles desembolsos de clase alguna para readquirir en el presente las acciones que le cedí, lo cual siento de veras; pero de acuerdo con lo que habíamos convenido, si no es mucho pedirle, y para proteger a la Lecuona Music, que para mí mucho significa, ya que es mi escape y defensa en mis luchas con editores extranjeros, le agradeceré, es decir, le suplico, que ofrezca las acciones de modo preferente a nuestro común amigo el Dr. Francisco Carballido, que estoy seguro de que no dejará que pasen a extraños, si bien sé que esto significa un sacrificio para él.

Mucho le agradezco su discreción de ser yo el único enterado de sus propósitos. Ahora lo autorizo para que vea al Dr. Carballido y le enseñe esta carta.

Mil gracias; espero tener el gusto de verlo por aquí, y mande a su agradecido amigo,

 

Ernesto Lecuona

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