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Otra vez la OEA

3 de junio de 2016

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Dice un viejo y conocido aserto –atribuido generalmente nada menos que a Carlos Marx–, que en la historia lo que acontece primero como tragedia, se reproduce más adelante como comedia.

Eso sucede en estos días, cuando recordamos la conspiración internacional y todas las maniobras sucias llevadas a cabo por el gobierno imperialista de Estados Unidos y sus lacayos de entonces contra la Revolución Cubana hace más de medio siglo y que tuvieron como escenario al desprestigiado y desmoralizado Ministerio de Colonias yanqui, con el propósito de legitimar una agresión militar directa contra Cuba.

El mundo era muy distinto en aquellos tiempos y América también, pero no es posible evitar esas reminiscencias cuando vemos hoy la conjura imperialista contra la independencia y la soberanía de Venezuela, contra su gobierno constitucional elegido libremente por su pueblo y, en fin, contra la Revolución Bolivariana inspirada por Hugo Chávez, que es realmente el objetivo final de toda esta trama que busca su derrocamiento sin reparar en consecuencias.

Mucho petróleo y mucho dinero hay de por medio en estos casos pero, sobre todo, la necesidad de Washington y sus títeres locales de recuperar la dominación neocolonial y neoliberal sobre Venezuela, impidiendo así que pueda seguir jugando su importante papel en la integración latinoamericana y caribeña.

El escenario actual, una vez más ha sido asignado por Estados Unidos a la agonizante Organización de Estados Americanos (OEA) que en esta ocasión, a falta de un sustancial apoyo de los estados miembros, confió la tarea al actual secretario general Luis Almagro, desempeñando la función de bufón o comediante principal, quién ha quebrado, atropellado y falseado escandalosamente incluso la propia Carta constitutiva y todas las normativas que rigen los procesos internos de la ranqueante organización.

Entusiasmados y alentados por recientes sucesos dentro de algunos países de la región que, según suponían, podrían favorecer los intereses imperialistas y de sus mercenarios dentro de Venezuela, todo indica que la Casa Blanca, el Departamento de Estado y la CIA, ordenaron al servil y desesperado Almagro llevar a cabo este plan que no es solo ilegítimo e ilegal a la luz de las propias normativas de la OEA, sino que es también burdo, estúpido y con claras intenciones criminales.

No bastó, según parece, con la complicidad abierta, las omisiones y las falsedades de los principales medios de comunicación privados que en América Latina y el Caribe forman parte del sistema de dominación capitalista y están al servicio de las oligarquías locales y los intereses del imperio.

Al menos en esta ocasión, el fraudulento plan encomendado a Almagro resultó un bochornoso fracaso. Prevalecieron aún la sensatez y el buen juicio por parte de quienes tenían que tomar las decisiones, manifestándose total apoyo al diálogo que el gobierno de Venezuela ha propiciado bajo los auspicios de UNASUR y personalidades internacionales.

Se evidenció, sin embargo, que mientras exista la OEA y dentro de ella maniobren sus amos yanquis no será fácil mantener a América Latina y el Caribe como Zona de Paz, tal como expresa la histórica proclama hoy vigente en nuestra región.

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