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Acíbar, nada de miel

15 de abril de 2016

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Que la combatividad de los trabajadores franceses está por encima de la propaganda racista, xenófoba y que llega a los bordes del nacional-socialismo ,se acaba de demostrar en las continuadas protestas de rechazo a la reforma laboral elaborada por los oligarcas de Alemania y Bélgica y que han hecho presentar al presidente François Hollande.
Con aciertos y errores, el gobierno de Francia ha navegado por aguas turbulentas de una crisis económica y la amenazante ruptura de una comunidad que vio pasar sus mejores días y hoy se debate entre amenazas blandidas por los más poderosos y genuflexiones de quienes quieren ser gobernados así.
En el caso de Francia, deseo contar que cada vez que he pasado por París el espíritu de huelga está presente, desde las largas avenidas que comunican a los aeropuertos de Orly y Charles De Gaulle, hasta el espléndido y acogedor barrio de Saint Germaine, donde se vota generalmente por socialistas y comunistas en cada proceso electoral.
Pero esa denominación de socialista ha sido extremadamente vilipendiada por quienes dicen serlos, hasta el punto que la ultraderecha ha aprovechad sus continuados yerros para erigirse en una poderosa y peligrosa fuerza de cambio.
Todo esto es coadyuvado por esta dura reforma laboral oficialque ha ahondado la división de la izquierda, lo cual es lógico.
Es bueno reiterar que la reforma “made in Berlin and Bruxelles” ya ha originado un terremoto político, porque fulmina principios sagrados de la izquierda, como el horario laboral legal de 35 horas semanales, además de establecer despidos colectivos, con indemnizaciones rebajadas, por dificultades económicas de las empresas.
El ala izquierda del gubernamental Partido Socialista la rechaza frontalmente y los grandes sindicatos han realizad masivas movilizaciones, reprimidas por la fuerza pública, con heridos y centenares de arrestos.
Tras cinco derrotas electorales consecutivas en los dos últimos años –de las europeas a las regionales, pasando por las municipales o las departamentales– y a solo 14 meses de las presidenciales, la ya dividida izquierda francesa afronta otra brutal batalla interna a cuenta de esa dura reforma laboral.
Para colmo de la chapucería, está “inspirada” en la actual norma española de cuando Mariano Rajoy gobernaba en España, como admitió el primer ministro, Manuel Valls.
La reforma solo ha sido saludada por la derecha y la patronal francesa Medef, que considera que “va en el buen camino”. Algunos de sus dirigentes se han sorprendido de que un gobierno socialista plantee medidas que ni el conservador Nicolás Sarkozy se atrevió a poner en marcha en la anterior legislatura. Es el caso de esos despidos colectivos que el proyecto de ley contempla por “descensos en pedidos o cifra de negocios”, “cambios tecnológicos” o “reorganizaciones para mantener la competitividad”.
Los acuerdos adoptados en cada empresa se convierten en la norma para fijar horarios o sueldos
Aunque no suprime la ley de 35 horas, el gobierno da amplias posibilidades a las empresas para saltarse el límite por reestructuraciones, apertura de nuevos mercados o “causas excepcionales”. O para bajadas salariales generalizadas para conquistar nuevos mercados. Las indemnizaciones por despido injustificado se concretan más para evitar interpretaciones judiciales. Las máximas pasan de 27 a 15 meses para trabajadores con más de 20 años de antigüedad.
Como norma general, los acuerdos adoptados en el seno de las empresas, entre los propietarios y los representantes de los trabajadores, estarán por encima de los pactos sectoriales o incluso de los contratos individuales. “La primacía del acuerdo de empresa respecto al tiempo de trabajo pasa a ser el principio de derecho común”, dice el proyecto, que deja así menos protegidos a los empleados de pequeñas empresas.
El ala crítica de los socialistas, que acusa de nuevo al Ejecutivo de hacer continuos regalos a los empresarios. En un manifiesto suscrito por 18 personalidades, entre ellas diez parlamentarios socialistas, los firmantes aseguran que la propuesta no es “ni verdadera reforma ni social” y que provoca “no solo decepción, sino también cólera”.
Nada, que, en comparación, el gobierno “socialista” francés está actuando peor que el del neoliberal Mauricio Macri en Argentina, que ya es decir algo, y no bueno.
Todo un “regalo” para quien trabaja en Francia, envuelto en el amargo acíbar, sin una pizca de miel.

 

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