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Not satisfaction

11 de abril de 2016

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Gran entusiasmo a favor de la oligarquía y entes dominadores en Europa despertó la decisión de quienes gobiernan realmente de enviar a decenas de miles de refugiados de regreso a sus países, mediante la utilización como nación receptoranada más y nada menos que Turquía –una depredadora de los derechos humanos–, que se embolsará unos cuantos miles de millones de dólares.
Muy difícil encontrar a un gobierno europeo que no esté de acuerdo con la medida, luego de haber aceptado al principio una oleada de perseguidos, principalmente de mujeres y niños, que ellos mismos atizaron con su política de apoyo alos planes del imperialismo norteamericanos en el Medio Oriente y norte de África.
Entre los gobernantes que atizan esta política descuellan los genuflexos de Gran Bretaña, que hace alarde de ser tolerante ante los problemas de la inmigración.
Pero, parodiando a la inversa al grupo musical más longevo de rock, de reciente presencia en La Habana, The Rolling Stones, nada de satisfacción se refleja en el establishment británico por la llegada de inmigrantes a quienes no quiere tolerar, a pesar de la propia propaganda en contrario.
Dice la periodista y escritora británica Amelia Smith que el lenguaje de la inmigración es fundamental. Al definir al Reino Unido como una sociedad tolerante, el gobierno se aprovecha paran aprobar recortes atroces en las prestaciones sociales, por ejemplo, o no ofrecer un lugar seguro para vivir a los refugiados, principalmente sirios, que el país se había comprometido a acoger, según una cuota asignada.
Y estamos hablando de Gran Bretaña, esa nación que blasona con su caballerosidad, tal como indican leyendas y mitos desde tiempos remotos, pero que nada tienen que ver con la realidad.
El problema es, dice el periódico Middle East Monitor, que los británicos, como los de cualquier país occidental desarrollado, cuando se hallan en otro lugar, responden al nombre de expatriados, que evoca superioridad, bienestar económico y privilegios, mientras que la palabra inmigrante se utiliza para describir a los africanos, árabes y asiáticos, y está asociada a inferioridad y pobreza . “El primero alude a alguien que contribuyea la economía, en tanto el segundo a una persona que quiere vivir a costa del sistema”, subraya.
Y esta cuestión la estamos circunscribiendo al Reino Unido, porque hay características diferentes en otras naciones europeas y Estados Unidos, imposibles de detallar por su amplitud en este comentario.
Otro periódico, Daily Mail, difunde la política oficial de hacer creer que los inmigrantes son culpables de los problemas de la nación, como el desempleo, y soslaya que la inmigración ha sido responsable, para bien, de que Gran Bretaña sea un crisol étnico, por la gente que se ha establecido allí a lo largo de la historia.
No nos proponemos hacer unrelato pormenorizado al efecto, pero sí es bueno rememorar que, cuando a los gobernantes ingleses les conviene, fomentan o fuerzan la inmigración. Entre los siglos XI y XIX, unos 30 millones de esclavos cruzaron el Atlántico para ayudar a construir el Imperio británico, trabajando en los campos y plantaciones de las colonias.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el Reino Unido tendió la mano primero a Europa y luego a sus colonias, y animó a miles de personasdel Caribe, la India, Paquistán y las Indias Occidentales a que fueran allí a ayudar en la reconstrucción de la economía. La mayoría de esos seres eran pobres, como resultado de la explotación colonial británica.
Pero cuando a los gobernantes no les satisface ciertos inmigrantes, ponen gran reparo, como en 1985 a Sri Lanka, para disuadir a los Tigres Tamiles; en 1989 a Turquía, para desalentar a los kurdos; en 1992 a los ciudadanos de la antigua Yugoslavia para contener el flujo de las víctimas de la guerra; en 1995 a Sierra Leona, para controlar a los damnificados de la contienda civil que buscaban refugio; en el 2002 a Zimbabwe para restringir el asilo político.
Nada de tolerancia, nada que no les satisfaga.

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