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Del lobo, un pelo

17 de diciembre de 2015

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Dicen que fue a instancia de Estados Unidos la razón por la que las autoridades del retrógrado reino de Arabia Saudita dejaron que por primera vez las mujeres votaran y fueran electas en las más recientes elecciones municipales, con el fin de mejorar su deteriorada imagen.
Catorce mujeres de entre las 978 candidatas fueron electas de las 130 000 que se registraron para votar, frente a más de un millón 350 000 hombres, quienes presentaron 5 938 aspirantes.
Estas elecciones –las terceras en la historia saudita– han sido consideradas un hito en una nación donde las mujeres están sometidas a un sistema de tutela que las obliga a pedir el consentimiento de los hombres para todo, desde el trabajo hasta la educación.
Por ello, las candidatas tuvieron que hacer campaña escondidas tras un tabique, o ser representadas por un hombre.
“La participación de las mujeres representa un importante paso adelante en Arabia Saudita hacia un sistema electoral más inclusivo que garantice que todos los ciudadanos estén representados en un gobierno responsable”, señaló el portavoz del Departamento de Estado, John Kirby, a través de un comunicado.
Nada de sorpresivo en las relaciones entre Washington y Riad, en las que rigen solo un aparente discenso en los precios del petróleo, acerca del cual este último impone un precio que parece contraponerse a EE.UU., pero que no es así, porque la tecnología norteamericana abarata los costos, que sí son altos para países como Venezuela, Ecuador y Bolivia, los más perjudicados por la acción saudita para sus programas sociales en medio de una crisis económica mundial.
Riad también logra el visto bueno estadounidense a persecuciones contra todo lo que le moleste, como a los hutíes en Yemen, donde miles de mujeres y sus familias han sido exterminadas u obligadas a emigrar; o a apoyos financieros y en armas a los fanáticos y mercenarios enrolados al terrorista Estado Islámico, cuyo fin no se avizora, pese a la contundente y legal intervención rusa.

 

Mala condición femenina

La conquista del derecho a voto para las mujeres en Arabia Saudita es un logro de los defensores de la igualdad, pero su situación sigue estando muy lejos de la de las de otros países.
Es sabido que las sauditas están sometidas a la custodia de un varón, que puede ser el padre, el marido o, en su defecto, otro hombre de la familia, que hasta ven normal que, después de efectuados los comicios, una mujer fue condenada a recibir diez latigazos por conducir un automóvil.
Y es que una mujer no puede en ese reino, además de manejar, salir de sola de casa, y deben ir acompañadas siempre por un hombre de la familia, ya sea para ir de compras o visitar al médico.
Asimismo, no puede llevar ropa o maquillaje que muestre su belleza. La mayoría de las mujeres en Arabia Saudita llevan abaya, una prenda que les tapa el cuerpo por completo. La policía religiosa, que controla la vestimenta femenina y suele ser muy estricta, pueden multar a una mujer por simplemente mostrar un dedo del pie.
Las deportistas sauditas participaron por primera vez en unos Juegos Olímpicos en el 2012 en Londres, donde dos mujeres del país árabe compitieron en las pruebas de judo y atletismo, pero esto no se repetido en otro evento.
En Arabia Saudita prácticamente todos los espacios públicos están segregados por sexo. La mayoría de edificios públicos tiene una entrada para hombres y otra para mujeres, quienes deben comprarse la ropa y probársela en casa. Solo se pueden quitar la abaya en algunos probadores de tiendas de lujo.
Ninguno de los hoteles del país permite la entrada de mujeres en sus gimnasios.
Pudiera parecer que esta monarquía absoluta de un país conformado por el colonialismo británico se ha dado cuenta que su absurdo integrismo no lleva a ninguna parte, por lo que ya las mujeres pueden alojarse solas en hoteles, aunque el establecimiento debe registrarlas en las comisarías más cercanas.
En Arabia Saudita, el guardián es siempre el último responsable de cada una de las mujeres a su cargo, incapacitándolas expresa o tácitamente para la toma de decisiones. Por ejemplo, no pueden estudiar o aceptar un trabajo sin su permiso, o incluso operarse de urgencia sin una firma cotejada. No hace mucho una joven falleció en la Universidad de Riad, porque no la dejaban salir.
Si un hombre quiere que su protegida no trabaje, puede presentarse en el centro de ocupación y exigir que la liberen del contrato. O más allá, si una fémina comete un crimen y al terminar su sentencia su guardián legal no se presenta a recogerla, esta es inmediatamente conducida a un centro de detención semejante a la misma cárcel. Se trata de un círculo vicioso, en el que el derecho al voto es, como se puede apreciar, algo minúsculo.

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