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Kenji Takeuchi

11 de diciembre de 2015

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De la huella japonesa en Cuba queda la obra de Kenji Takeuchi, quien llegó en tránsito a La Habana y en la Isla permaneció para siempre, hasta su fallecimiento el 30 de agosto de 1977. A Takeuchi se le considera uno de los inmigrantes llegados de esa nación con una mayor preparación profesional. Nacido en Hiroshima en 1901 y miembro de una familia de la nobleza, ya había realizado estudios en la Escuela Superior de Jardinería de Osaka.
Todo sucedió así: Takeuchi, de 30 años, arribó al puerto de La Habana el 14 de enero de 1931. Se trataba de una breve escala con destino a Estados Unidos, para cursar estudios superiores de Botánica en la Universidad Cornell, de Nueva York. En un principio –por razones de salud e insuficiencia de fondos para proseguir viaje, según se afirma– decidió quedarse por algún tiempo, para conocer mejor la flora de esta región, que sin dudas lo deslumbró por su colorido y variedad. Era un amante de la naturaleza y un floricultor avezado, pero con mucho aún por hacer, abierto a la experimentación con las especies.
Ya avecindado, se le contrató para establecer el orquideario de Soroa, en la provincia de Pinar del Río, del cual se le considera fundador en el aspecto técnico especializado. Se trató de un trabajo muy profesional, de cuidado diario, de paciencia y tenacidad, amén de observación y sabiduría para la detección de las transformaciones que se van experimentando paulatinamente en las especies.
Célebres se hicieron algunas de las especies logradas, entre ellas una variedad de la margarita mariposa, Hasegawa pink, que nombró así en honor de la novia dejada en Japón, aunque la “obra maestra” correspondió a un híbrido de lirio nipo-cubano que germinó en 1953 y al cual nombró José Martí, en el centenario del natalicio del Apóstol.

Lirio «José Martí», creado por el horticultor japonés Kenji Takeuchi, en el Orquideario de Soroa

Lirio «José Martí», creado por el horticultor japonés Kenji Takeuchi, en el Orquideario de Soroa

Con el tiempo, el orquideario alcanzó un esplendor y renombre singulares, en lo cual resultó decisiva la mano de Takeuchi, sus técnicas novedosas, la filosofía de respeto y cuidado de las flores, la investigación y el mucho amor puesto en la obra, que es hoy uno de los parajes naturales de mayor belleza de Cuba, y uno de los puntos focales del turismo de vegetación y naturaleza.
Otra muestra de la filosofía oriental en su relación con la jardinería, las plantas y la conservación de las especies naturales puede disfrutarse en el no menos espléndido Jardín japonés del Jardín Botánico Nacional, en La Habana, revelador de la flora que alberga el archipiélago de islas que configura el País del Sol Naciente.

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