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“Una raza nueva y bien alimentada”

6 de octubre de 2015

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Entre las blancas, grises y frías paredes que circundan la lujosa suite-despacho, sede de la gerencia que radica en el decimoquinto piso del inexistente Hotel Gran Cuba, en el balneario de Varadero, se muevan los personajes de Mecánica. Especímenes caracterizados por su frivolidad, egoísmo, inescrupulosidad, hipocresía, deshumanización, alejamiento de la realidad que les rodea y doble moral. Ellos son el espejo de entes repugnantes y reales, habitantes de nuestra cotidianidad y que son necesarios denunciar.

Mecánica, Premio Nacional de Dramaturgia “José Antonio Ramos” (UNEAC 2014), es la más reciente representación del grupo Argos Teatro, bajo la dirección artística y general de Carlos Cedrán, a partir del texto homónimo de Abel González Melo. Esta obra forma parte de la trilogía Verano Deluxe, con la que el autor abandona sus temas sobre el marginalismo citadino para introducirse en el de la riqueza y el confort de “una jungla formada por una raza nueva y bien alimentada”.
Un elenco de primera encarna las cinco diferentes personalidades de Mecánica, quienes están unidas por un denominador común, mantener sus privilegios sociales y financieros por encima de los principios de honestidad y dignidad que deben prevalecer en el ser humano.

César Luis González, en una de las mejores actuaciones teatrales masculinas de los últimos tiempos; se introduce en la piel del parásito y vive bien Osvaldo Telmer, un supuesto redactor a quien solamente le interesa el bienestar de sus hijos y el de él. Actor que es capaz de resolver con la impecabilidad de su trabajo, creíblemente natural y espontáneo, al unísono con las transiciones emocionales que su rol reclama, la distintas situaciones que van: desde la alegría a la cobardía, desde la duda al miedo y desde la manipulación hasta la osadía de enfrentar una realidad que se avecina; pues el chantaje del que es víctima, puede desestabilizar su adinerado status personal.

Yuliet Cruz nos sorprende, una vez, más con el inmenso talento que posee al asumir a Nara Telmer, esposa de Osvaldo y gerente de la cadena hotelera de marras. Una mujer con una preferencia sexual ambigua, cuyo vestuario masculino y energía de movimientos –ademanes bruscos, tono arbitrario de voz y exaltación de una u otra mala palabra–, logran reafirmar.

Rachel Pastor, como Katia Pérez, doctora mortalmente enferma de mente y salud, Waldo Franco como Carlos Rogbar, abogado arrogante, amoral y socialmente detestable y Yailín Coppola, como Linda Kristin, quien se roba las palmas entre los secundarios como la simpática, ambiciosa y trepadora amiga de Osvaldo, cumplen más que un cometido actoral con una demostración del porqué deberían de existir los premios para los actores de reparto, pues ellos serían seguros candidatos a tal galardón.

La escenografía de Alain Ortiz, que recrea la frialdad de la atmósfera en la que viven día a día estos monstruos, y el diseño de vestuario de Vladimir Cuenca, acorde con las características externas e internas de cada uno de ellos, unido a la similitud de los nombres, los conflictos y el comportamiento de los personajes –igual a los de Casa de Muñecas de Henrik Ibsen–, hacen que Mecánica constituya un acierto de altos quilates en el vasto currículo de Carlos Cedrán.

Y cuando al cierre de esta obra, Osvaldo le anuncia a Nara, “no daré el portazo final” y se oscurece la sala, el auditórium en silencio piensa, antes de la tradicional ovación, que estos demonios son como el corcho, que no se hunde en el agua por muy turbia que sea; que ellos siempre sobrevivirán de una forma o de otra, pero que es indispensable detectarlos con evidencias, desenmascararlos, para finalmente poderlos frenar. Ese es el mensaje que Melo y Cedrán, nos quieren hacer llegar.

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