ribbon

Violencia que vende

16 de septiembre de 2015

|

 
Cuando años atrás mostraba preocupación por la afición de mis nietos varones a los videojuegos más violentos, pensaba en lo nociva que resulta la cultura de la violencia, extremadamente arraigada en Estados Unidos, donde su presidente, Barack Obama, acaba de confesar que considera que su principal frustración es no haber logrado una legislación que limitara el uso de armas de fuego.

En Cuba, un país aun bloqueado, con muchas carencias y necesidades, hay una cultura de protección al ser humano, no de la violencia que tanto vende en una nación como Estados Unidos, que junto a otras naciones se ha hecho rica sobre los cadáveres de quienes no tienen ni qué llevarse a la boca.

Lo de los videojuegos es solo un pequeño detalle que considero ayuda a crear ese ambiente violento, natural allí.

Se ha escrito sobre la supuesta tendencia natural de los adolescentes hacia la violencia, sus causas –la influencia de la TV o los videojuegos, etc.– y la mejor manera de prevenirla. Y durante décadas se han formulado complejas teorías científicas, sociales y hasta políticas para explicar y remediar este aparentemente insoluble problema y que sin embargo puede tener una más que sencilla solución.

Un reciente estudio realizado en EE.UU. ha analizado más de 54 000 homicidios acaecidos en California entre los años 1991 y 2012, unos 4 500 muertos al año, e indica que a medida que las tasas de pobreza aumentan, la violencia también lo hace y se va concentrando en edades más tempranas.

Las conclusiones que se derivan de este estudio son claras: si se quiere atajar de una vez por todas el problema de la violencia, lo mejor que pueden hacer los gobernantes responsables es invertir en justicia social, igualdad de oportunidades, condiciones dignas de vida para todos, etc. Ello, además de eliminar mucho sufrimiento innecesario y prevenible, permitiría también un gran ahorro en policías, jueces y cárceles. En resumen, hay que elegir en gastarse el dinero en servicios sociales o más tarde en represión.

Pero es difícil realizar esto en una sociedad como la norteamericana, donde el culto al dinero, el derroche y el consumismo, va aparejado a la desigualdad y, por ende, a la violencia.

Desde que el Congreso se encargó de esta materia en 1997, más de 427 000 personas han muerto por arma de fuego, incluyendo unas 165 000 que fueron víctimas de homicidio.

Según el Centro norteamericano de Prevención y Control de Enfermedades, cada hora se registra una media de tres muertes relacionadas con armas de fuego, y siete personas reciben un impacto de bala. Cada día, 53 personas utilizan un arma para quitarse la vida.

A pesar de la tragedia de las cifras se reaviva, una y otra vez el debate nacional sobre la Segunda Enmienda de la Constitución, que es el derecho a tener un arma de fuego para defenderse. Las tasas de homicidios y de posesión de armas siguen siendo más altas en EE.UU. que en cualquier otra parte del mundo, y cada semana se registra un tiroteo donde mueren principalmente niños y adolescentes.

Y los negocios de ventas de armas proliferan como en la frontera con México, donde unas 7 000 armerías proporcionan todo tipo de armas de fuego a narcotraficantes que ensangrientan al vecino país.

Violencia que vende tanto dentro y afuera de la nación que constituye desde hace mucho el principal peligro para la humanidad.

Comentarios