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Un poco de historia (VII)

11 de septiembre de 2015

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Como prometí, hoy comenzaré hablando del denominado “estilo galante”, una especie de puente o etapa de transición entre el período Barroco y el Clásico.
El cortesano “estilo galante” se caracterizó por ser ligero y elegante. Así como en la arquitectura, las artes plásticas y la literatura asumieron el rococó, en el sur de Alemania comenzaron a surgir obras para clavicordio que anunciaban un nuevo período y, aunque conservaban la precisión barroca, buscaban una forma de expresión más simple. Estas piezas dieron lugar al desarrollo de la escuela clásica de Viena: el Clasicismo vienés.
A pesar de que, en sus inicios, el “estilo galante” solo se evidenció en la música de cámara, constituyó una especie de “boom” en el siglo XVIII; sin embargo, las obras de gran formato como la ópera y la misa, se vieron afectadas. Por otra parte, algunas formas musicales dieron paso a otras, cuyo ejemplo más relevante lo tenemos en la suite, que cedió su lugar a la sonata, la forma musical más importante a partir de entonces.
Un centro trascendental del período clásico fue Austria, sobre todo por el desarrollo de las artes, donde jugó un rol significativo la influencia italiana; pero no podemos olvidarnos de los poderosos mecenas. Entre los austriacos pioneros del clasicismo tenemos a Johann Joseph Fux, compositor y teórico quien, además, fue kapellmeister de la corte imperial de Viena; aunque en su música profana se apreciaba la influencia italiana, sus composiciones religiosas conservaban la tradición de Palestrina.
Si en sus inicios, el centro musical más importantes del Clasicismo fue Viena –donde se formó Joseph Haydn– poco a poco esta ciudad se vería eclipsada por Mannheim. Su pequeña capilla se convirtió en el centro musical más importante de Europa debido a la creación de una orquesta de calidad extraordinaria. Entre los precursores del Clasicismo en Mannheim, no podemos dejar de mencionar a Johann Stamitz y Franz Xavier Richter; el primero de ellos fue kapellmeister de la corte cuando solo contaba veinticuatro años. Ambos transformaron la técnica orquestal utilizada por entonces, la cual fue determinante en la creación de compositores posteriores del período.
Aunque la vida musical de Mannheim mantuvo su importancia, cuando el Elector heredó el trono de Baviera, la vida musical se trasladó para Münich, donde se estrenaron la mayoría de las óperas de Mozart. También allí se instaló el abate Vogler quien era un brillante organista, y había fundado un conservatorio en Mannheim. Fueron discípulos suyos: Weber y Meyerbeer.
Mientras esto sucedía en Viena, Mannheim y Münich, veamos qué sucedía en Berlín.

La corte protestante de Berlín continuaba apegada a las tradiciones y Federico el Grande no estimuló la vida musical durante la primera mitad del siglo XVIII porque su hijo no sentía el menor amor por el arte de los sonidos. Pero como él era flautista, fundó un centro musical en Rheinsburg, en el que trabajó Carl Philipp Emanuel Bach (tercer hijo de Johann Sebastián) quien se convirtió en el músico más importante de Federico, pues era un excelente intérprete de los instrumentos de teclado. Pionero de la forma sonata y del estilo sinfónico, llegó a ser director musical de Hamburgo y compuso cerca de 200 obras. Fue más reconocido, en vida, que su padre.

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