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Supercrisis griega

27 de agosto de 2015

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A la pérdida de la soberanía de Grecia por la grave crisis económica que provocó la renuncia del primer ministro, Alexis Tsipras, y la caída del izquierdista gobierno de Tsyriza, se suma la llegada a las islas griegas de Kos, Chios y Lesbos de cerca de 100 000 inmigrantes que huyen de la debacle bélica provocada por el imperialismo norteamericano en Afganistán, Iraq y Siria.
Aunque la Unión Europea dice que se repartirá parte de estos refugiados, con la reticencia de costumbre de Alemania, lo cierto es que pasará mucho tiempo para que estos refugiados cuenten con alojamiento apropiado, agua y servicios sanitarios, además de un adecuado racionamiento alimentario.
A pesar de sus graves problemas, las autoridades griegas han empezado a llevar a estos refugiados a Atenas y otras ciudades, con ayuda de organizaciones caritativas.
Por lo que se puede apreciar no se sabe cuánto durará esta crisis humanitaria que se suma a una económica en la que no se ve salida alguna.
La organización no gubernamental Save the Children puso el foco en la situación de los niños inmigrantes que están en riesgo de explotación y de contraer enfermedades en Grecia por la falta de lugares adecuados para vivir.
“El riesgo de un niño que se ve obligado a dormir en la calle de ser abusado o de morir de insolación es muy real”, dijo una de las portavoces de la organización, Kitty Arie.
Pero mientras Grecia, con escasos recursos, trata de hacer algo por los emigrantes, otras naciones más poderosas como Francia y el Reino Unidos luchan por no recibirlos, como ya lo hizo Austria.
En el caso de Alemania, la canciller Ángela Merkel se mostró optimista acerca de que Grecia haga las cosas que le indicaron para saldar su deuda económica, aunque se alarmó por la llegada de los inmigrantes y la posibilidad de que algunos fueran llevados a territorio alemán.
La Canciller subrayó que el acuerdo alcanzado finalmente con Grecia es un logro también del ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, con quien dijo haber estado en contacto constante durante las negociaciones.
“Hemos contado con mucho, mucho apoyo”, por ejemplo, de Irlanda y Portugal, respondió Merkel a la pregunta de si la imagen de Alemania se ha visto perjudicada por la dura postura de su gobierno, algo que nadie duda.
De todas maneras, y pese a tener que doblegarse para obtener un tercer “rescate” económico, el problema no esta nada resuelto y Grecia, en cualquier momento, puede salirse de la zona euro, provocando un principio de desmembramiento de la Unión Europea.
Según un estudio, difundido por la consultora Economist Intelligence Unit -que ha analizado con varios modelos de cálculo qué evento tiene más probabilidad de afectar a las empresas para operar en 180 países alrededor del mundo-, el estallido de una crisis en Europa, debido al colapso de Atenas supone un “riesgo muy elevado, de impacto muy alto y de elevada intensidad”.
La consultora sitúa esto por encima incluso de otros acontecimientos susceptibles de causar tensiones, como una ralentización de la economía en los países emergentes, una guerra de divisas o un ataque terrorista a gran escala.
Los analistas desconfían que el acuerdo logrado esta semana entre Atenas y sus acreedores vaya a solucionar los problemas. En particular, Ángelo Baglioni, profesor de Economía en la Universidad Católica de Milán, cree que “el aumento del IVA no hace otra cosa que empeorar una recesión muy dura. El consumo se reducirá. El turismo se verá afectado”.
Dentro de tres años, aseguro, volveremos a hablar de un cuarto plan de ayuda”. “Es un acuerdo en el que nadie cree, que ni mitigará la deuda ni reducirá la desafección popular en contra de la austeridad”, sostienen los expertos, que todavía asignan un 60% de probabilidades a que Grecia abandone el euro y que, a partir de ahí, otros países le sigan.
“El plan es difícil de implementar, debido a la resistencia de varios grupos de interés y no permitirá el crecimiento económico a corto plazo”, explican. ¿Por qué ha decidido entonces Atenas aceptar condiciones tan duras? Para la economista de desarrollo Dambisa Moyo, “se ha generado una dependencia de las ayudas, de manera que los griegos ya no tienen incentivos para llevar su país hacia la autonomía financiera”.
“Empiezo a pensar que durante las negociaciones los líderes griegos no han tenido en cuenta sólo la economía. Al contrario de lo que la gente piensa, para ellos el vínculo político al euro todavía significa mucho”, opina Daniel Gros, director del Centre for European Policy Studies en Bruselas. Estas razones llevan a pensar que la estabilidad del acuerdo y su eficacia son muy precarias.
Y así lo es, como demostró esta renuncia de Tsipras y Tsyriza a gobernar y el intento de restaurar un régimen más proclive a implementar los abusos económicos de la elite europea.

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