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La agresión necesaria

17 de agosto de 2015

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Ni acuerdos de Minsk cumplidos, ni consecuentes pasos para alejar a los bandos contendientes, ni cese el fuego respetado colaboran en la conformación del frente antirruso creado por el imperialismo en Ucrania.
El establishment gobernante en Estados Unidos intensificó el envío de soldados y oficiales al territorio ucraniano para entrenar con armamento y tecnología sofisticados a unas tropas ucranianas muy golpeadas por las rebeldes de las zonas independentistas del este, que rechazan el control por el fascismo del gobierno de Kiev.
Manejo de los precios del petróleo, ataques al rublo y recrudecimiento de las sanciones impuestas por presunta interferencia de Rusia en Ucrania forman parte de la conjura para provocar el desencanto con el gobierno de Vladimir Putin, que, no obstante, tiene un alto grado de apoyo popular y admiración por no dejarse intimidar por la ofensiva enemiga.
Incluso, Estados Unidos está presionando fuertemente al gobierno de Turquía para que desista de su acuerdo con Moscú sobre la construcción de un oleoducto beneficioso para ambas naciones.
Para mejorar su economía, a Estados Unido le es indispensable mantener latente la tensión e incluso combates de mayor intensidad en Ucrania y más cercanos al territorio ruso.
Se sabe que por mucho que quiera la paz, Moscú no va a dejar abandonados a los ciudadanos de origen ruso, tantos los de la zona este, como los que viven en Crimea y decidieron regresar a la soberanía rusa.
Pero es muy difícil, por lo suicida, que se llegue a una confrontación nuclear, por lo cual el especialista norteamericano Mike Whitney escribe que Estados Unidos quiere “una Rusia más débil e inestable, más propensa al cambio de régimen, a la fragmentación y, en última instancia, al control extranjero”.
De ahí que tropas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte estén cada vez más cerca de la frontera occidental rusa y el Pentágono acelere sus planes para diseminar sus bases militares en el continente y controlar los gasoductos de Rusia a Europa, a fin de monitorear los ingresos de Moscú y asegurarse de que el gas se siga negociando en dólares.
Lo más lamentable de esto es que los medios de información occidentales manejan la situación de manera tal que al público norteamericano no le interese nada de esto, y vea hasta con aquiescencia cualquier acción antirrusa.
Y es que nosotros siempre hablamos de la mala situación económica del Imperio, causada por la crisis mundial que provocó, pero es que a Estados Unidos no se siente ni preocupado por ser el país que más debe en el mundo, porque nadie le impone pagar sus deudas, como han hecho recientemente con Grecia.
Y es porque a pesar de sus fallidas agresiones militares a Afganistán, Iraq, Libia y otras naciones, donde sí hizo imperar la muerte y la destrucción, a veces total, el establishment militar-industrial no ha tenido que pagar nada de esto y sí se ha aprovechado de los altísimos presupuestos bélicos.
Esta desgracia para los pueblos agredidos es beneficiosa para los magnates estadounidenses, ya que sus acciones siguen en alza, aumenta la inversión extranjera en bonos del Tesoro, su economía está creciendo y el dólar se ha vuelto a fortalecer.
O sea, la de Ucrania sigue siendo una guerra necesaria para EE.UU., porque afianza su dominio, aumenta los ingresos de la industria bélica y descompasa a la economía de sus adversarios, principalmente Rusia.
Cierto que la política norteamericana ha hecho afianzar aun más los lazos en todos los órdenes entre Rusia y China, cuyos gobiernos actúan conjuntamente para crea un sistema financiero paralelo, libre del occidental.

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