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Roberto Balado, un súper pesado intocable sobre el ring

10 de abril de 2015

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robertobaladoLas peleas entre los hombres de mayor peso corporal suelen ser de las más esperadas, atractivas y espectaculares en los carteles de boxeo. La fuerza de los golpes de estos hombres atrae y de ellos se espera, siempre, un fuera de combate fulminante que deje al rival tendido sobre la lona.

Quizás por estos estereotipos físicos, el mundo vio con sorpresa cómo un pequeño boxeador cubano, con apenas unos kilogramos por encima de los 91, llegó a ser considerado el mejor peleador del mundo a principios de la década de los noventa del siglo pasado.

Con una gran movilidad sobre el cuadrilátero, una excelente técnica y también un gran golpeo, aunque nunca fue su fuerte, este hombre no tuvo rivales en un lustro y su nombre brilló en los principales escenarios mundiales. Nada parecía capaz de frenarlo. Solo un fatal accidente, en el mejor momento de su carrera, pudo derrotar a Roberto Balado; pero en sus 28 años logró tantos triunfos que se ganó el derecho indiscutible a ser considerado una leyenda, no solo del deporte cubano, sino también del boxeo amateur.

Balado nunca impresionó por la fuerza de sus golpes. Sus peleas por lo general terminaban por puntos, aunque con gran ventaja de su parte. Quizás el fuera de combate más recordado de Balado ocurrió en la final de los XI Juegos Panamericanos, celebrados en La Habana en 1991, cuando con un golpe directo al mentón lanzó a la lona al puertorriqueño Harold Arroyo, y cerró así  una actuación casi perfecta del boxeo cubano en aquella cita.

El nombre de Balado se hizo escuchar entre los amantes al boxeo por primera vez en 1987. Ese año se celebró el Mundial juvenil en la capital cubana y allí Balado no tuvo grandes problemas para alzarse con el primer lugar. Sin embargo, no fue incluido en la selección nacional que participó en los Juegos Panamericanos de Indianápolis.

Dos años más tarde hizo su debut en el equipo y fue uno de los cuatro cubanos que logró el título en el Campeonato Mundial de Moscú. En medio de un ambiente claramente hostil y con árbitros nada imparciales, Balado mostró su enorme superioridad sobre el entonces soviético Mironischenko; pero ese triunfo no fue suficiente para mantener el dominio cubano en citas mundiales. En la Copa Mundial de Bombay, en 1990, Balado conquistó el título y se ratificó como el mejor hombre de la división.

Después de su magnífica demostración en los Panamericanos de La Habana, Balado mantuvo su cadena de victorias con su segundo título mundial, en el certamen organizado en Sídney. Allí venció por el oro al búlgaro Russinov.

Su momento consagratorio llegó en la Olimpiada de Barcelona, en 1992. Cuba presentó en esa cita a uno de los mejores equipos de todos los tiempos, y con hombres como Rogelio Marcelo, Héctor Vinent, Juan Carlos Lemus Ariel Hernández, Félix Savón y Balado, arrasó en la Ciudad Condal. Siete medallas de oro y dos de plata ayudaron a que Cuba finalizara en la quinta posición del medallero final de aquella cita estival.

Balado sostuvo en Barcelona cuatro combates. Abrió con un amplio triunfo de 16 golpes contra solo 2 frente al canadiense Tom Glesby; luego derrotó al estadounidense Larry Donald 10 por 4 y, en semifinales, aplastó al danés Brian Nielsen por 15 a 1.

El rival del combate fue toda una sorpresa, pues nadie pronosticó que el nigeriano Richard Indineghu llegara tan lejos en la competencia. Sin embargo, Balado terminó los sueños dorados del nigeriano y lo venció por 13 a 2. En total, el cubano marcó 54 golpes y apenas recibió 9. Estos datos fueron argumentos suficientes para que la Federación internacional de boxeo le otorgara el premio “Val Baker”, el galardón al mejor boxeador de la Olimpiada.

La Copa Val Baker fue instituida en la cita estival de Berlín, Alemania, en 1936, y con anterioridad, solo otro cubano la había obtenido: Teófilo Stevenson en 1972.

Después de Barcelona, Balado intervino en el Mundial de Tampere, Finlandia, en 1993. El boxeo cubano vivía uno de sus mejores momentos y en la cita finlandesa demostró que la actuación en la Olimpiada no fue obra de la casualidad. Ocho títulos dorados ratificaron el poderío nacional. Balado chocó en el combate final nuevamente contra el búlgaro Russinov y volvió a derrotarlo.

En su segunda presencia en la Copa Mundial, ahora en Bangkok, Balado ratificó su predominio y logró otra medalla de oro. Esta fue su  última competencia internacional.

El 2 de julio de 1994, mientras se dirigía a su habitual sesión de entrenamiento en la finca del Wajay, el carro conducido por Balado fue impactado por un tren. No hubo una segunda oportunidad para el campeón. La vida se le escapó en segundos.

Su muerte conmocionó al país. Balado no solo impresionaba por los triunfos sobre el cuadrilátero, sino también por su calidad humana. En su honor se creó un torneo que se celebra anualmente.

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