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Ocupando Latinoamérica

4 de abril de 2015

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Luego de que el gobierno de Ecuador le obligase a abandonar la base militar que mantenía en Manta, Estados Unidos aceleró su carrera para ocupar territorio latinoamericano, principalmente en zonas aledañas a grandes recursos naturales y de regímenes que no comulgan con el imperialismo.
Así, subrayaron su permanencia en siete zonas donde mantienen efectivos militares en Colombia y reforzaron la de Palmerola, Honduras, con vistas a convertir a Centroamérica en un enclave entre los océanos Pacífico y Atlántico que colaboren en la contención de la penetración económica de China y Rusia.
En este contexto, analistas señalan que la administración estadounidense ha incrementado su presencia con personal escogido para ganarse la confianza de los pobladores, no solo de los magnates industriales, siempre proclives, sino también de los humildes, a fin de ganarse su simpatía.
Además, en Centroamérica se encuentra el Golfo de Fonseca, que es una base naval natural para la Flota estadounidense del Pacífico, complementa los planes de un acuerdo que tiene la bendición de Estados Unidos, con la participación de Chile, Colombia, México y Perú, y numerosas islas que se utilizan para el espionaje electrónico de la Agencia Nacional de Seguridad norteamericana.
Como se ve, América Central tiene importancia en esos planes imperialistas, cuya etapa moderna se remonta a 1954, cuando la embajada estadounidense dirigió el golpe de Estado contra el legítimo presidente constitucional de Guatemala, Jacobo Arbenz, intervino a favor de la reacción desde 1980 a 1992 en la lucha civil de El Salvador y armó a los “contras” de Nicaragua con dinero del narcotráfico.
En toda esa etapa figuraron las muertes de decenas de miles de personas, pueblos enteramente arrasados y asesinados sus habitantes, sin importar edad ni sexo; y Palmerola elevó su triste curriculum, al gestarse desde allí el movimiento golpista que depuso al gobierno democrático de Manuel Zelaya, en el 2009.
Ahora, las fuerzas militares norteamericanas están cada vez más presentes en la base que tienen en Comalapa, El Salvador, cuya finalidad es el despliegue de tropas de avanzada para todo el continente.
Pero no solo esto, El Salvador es sede de la Academia Internacional para el Cumplimiento de la Ley, variante de la Escuela de las Américas; también de la USAID, fachada de la CIA para operaciones de inteligencia, penetración económica, culturales y manipulación de la población en su apreciación de la realidad, así como la captación de simpatía hacia el Imperio.
Allí es notoria la presencia del Buró Federal de Investigaciones (FBI), que, bajo el pretexto de luchar contra el narcotráfico, realiza labores de orden militar y de intromisión en los asuntos internos de otros países.
No es exageración lo que pasa en El Salvador, donde hace unos días llegaron 400 militares del Comando Sur, quienes permanecerán hasta fines del venidero mes de junio.
Entre todos los objetivos de esa penetración, que el periodista ecuatoriano Víctor Regalado denomina ocupación silenciosa, descuella el apoyo a la contrarrevolución contra el Gobierno Bolivariano de Venezuela.
En ese sentido, se comprende el indudable apoyo que Estados Unidos ha suministrado a unos 1 600 paramilitares colombianos acantonados en las proximidades de la frontera con Venezuela.
Y esto es parte del entramado de Estados Unidos para ocupar abierta u oblicuamente lo que siempre consideró su “patio trasero”, rechazado hace unos días por la UNASUR, en una declaración en la que llamó a la eliminación de todos los enclaves militares imperialistas.

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