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Yemen: otro campo de batalla

31 de marzo de 2015

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Como consecuencia de la inestabilidad y la ingobernabilidad generalizadas, provocadas y alentadas por la injerencia de las llamadas “potencias occidentales” y sus socios de las monarquías petroleras del Golfo, otro campo de batalla se ha abierto en la región del Medio Oriente, con su inevitable secuela de muerte y destrucción.

Yemen esta vez es el escenario donde tienen lugar los acontecimientos bélicos; su capital ha sido bombardeada por la aviación conjunta de los países del Consejo de Cooperación del Golfo (Arabia Saudita, Bahrein, Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Kuwait, excepto Omán, junto a Egipto, Jordania y Sudán).

La causa inmediata es que Sanáa fue ocupada desde hace varias semanas por las fuerzas militares de la tribu norteña de los hutíes (de confesión chiita) que desde años atrás se mantienen en desobediencia al gobierno central desde la provincia de Saada, avanzando paulatinamente sobre la capital y el centro del país en medio del caos y las divisiones ocasionadas a partir de la renuncia del ex presidente Ali Abdullah Saleh y su sustitución por el débil gobierno actual que encabeza el entonces vicepresidente Abd Rabu Mansur Hadi, refugiado en Arabia Saudita.

Para completar el desorden imperante, dígase que en las regiones del sur del país operan grupos de Al Quaeda y remanentes de tropas leales al ex presidente Salah.

Téngase en cuenta, además, que en el sur se halla el importante puerto de Adén ex capital de la República Popular Democrática de Yemen, estado de orientación socialista que en la década de los 90 y tras cruenta guerra fue desaparecido y anexado al norte.

Precisamente por esos tiempos aparecieron yacimientos de petróleo relativamente importantes en las zonas fronterizas del sur yemenita con el vecino sultanato de Omán, gracias a la exploración de especialistas soviéticos que apoyaron a la ex república del sur.

Varias son las versiones que corren acerca de la furiosa y urgente ofensiva militar -por ahora aérea-, por parte de la coalición rápidamente formada, añadiendo un elemento bélico más a la situación mesoriental que, lejos de solucionarse, tiende a complicarse cada día más.

Una de las que prevalece, relaciona a la tribu yemenita huti (de confesión chiita) con vinculaciones o influencias iraníes y las posibilidades de la llegada al gobierno de Yemen por parte de los hutíes ha originado esta intervención de la Liga Árabe, hoy dominada por los países monárquicos y petroleros del Golfo.

Según la tan vapuleada Carta de Naciones Unidas, este tipo de intervención militar en los asuntos internos de un país soberano solo puede ser aprobada, en última instancia, por el Consejo de Seguridad de la ONU, como se hizo en el caso de Libia, pero como no se hizo así en los casos de la agresión estadounidense contra Iraq ni en cuanto a la agresión contra Siria.

Hay, por tanto, dentro de la convulsa región antecedentes de diverso tipo que pueden caracterizar y legalizar o no esta clase de acciones, como la que en estos momentos se desarrolla en Yemen. Debe añadirse que, en esta ocasión, ha sido el propio presidente yemenita Mansur Hadi quién solicitó la intervención militar de sus vecinos, a pesar de que se trata evidentemente de un conflicto interno.

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