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Netanyahu: ¿político yanqui?

9 de marzo de 2015

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Ninguna duda cabe para nadie en el mundo actual de que la línea divisoria entre los Estados Unidos de América y el llamado Estado de Israel, -o entidad sionista, como también se le conoce,- es tan fina e imperceptible que, en la práctica, resultan una y la misma cosa, marchan de la mano y se reparten los papeles según las conveniencias y el momento.

Sin embargo, no deja de sorprender a más de un observador o analista de las relaciones carnales entre estos dos estrechos asociados, la violenta irrupción que ha hecho el premier israelí Benjamín Netanyahu en el mismo centro de la política interna estadounidense, alineándose, abiertamente al lado de la oposición republicana contra la administración del presidente Barack Obama.

El pretexto más reciente, -pero no el único,- ha sido la eventual firma del acuerdo nuclear con Irán por parte del Grupo 5 + 1.(que integra Estados Unidos junto a Gran Bretaña, Francia, Rusia, China y Alemania) que se convierte en un sensible golpe a las pretensiones sionistas de atacar a Irán  militarmente con el apoyo de las llamadas “potencias occidentales” y tratar de liquidar definitivamente a la Revolución Islámica de 1979.

La aceptación por parte de Netanyahu de la invitación de la mayoría republicana, -a espaldas y en contra de la voluntad de la Casa Blanca y del Departamento de Estado, que así lo expresaron,- para comparecer ante la Cámara de Representantes de Washington y desde allí  pronunciarse contra un elemento considerado fundamental por parte de la política exterior de la actual Administración, es posiblemente el bofetón mayor que gobierno israelí alguno haya lanzado contra su similar en Estados Unidos.

Con anterioridad no se recuerda nada igual. Ni siquiera cuando el presidente Eisenhower desaprobó la agresión franco-inglesa-israelí para apoderarse del Canal de Suez en 1956.

Un aspecto adicionalmente curioso esta vez, es que el régimen israelí se haya alineado junto a las posiciones electorales del Partido Republicano, cuando históricamente se consideró a esa entidad, -independientemente del gobierno de turno,- siempre más cercana al Partido Demócrata.

Otros opinan que el poderoso capital judío dentro de Estados Unidos no tiene afiliación partidista precisa, presiona y actúa de acuerdo con sus intereses según sean el caso y sus conveniencias, lo cual explica su inmenso poder.

Lo cierto es que la injerencia abierta de Netanyahu en los asuntos internos de la nación estadounidense parece haber escandalizado a buena parte de la clase política de este país, poco acostumbrada a padecer este tipo de interferencia externa. Más de cincuenta legisladores demócratas dejaron de asistir a la sesión que la mayoría republicana de la Cámara puso a disposición del premier israelí con el deliberado propósito de atacar a la Administración Obama y minar el apoyo electoral y económico al Partido Demócrata, con vistas a los futuros comicios presidenciales de 2016.

Por su parte, Netanyahu aprovecha la ocasión para apuntalar su campaña con vistas a las próximas elecciones israelíes y así sumar los apoyos de los sectores más ortodoxos y ultra radicales de la derecha, que pueden  procurarles el triunfo en un difícil momento electoral.

Para Estados Unidos no deja de ser novedoso y sorprendente tener a un gobernante extranjero convertido en político local y trazando pautas con evidente complicidad interna; en resumen, aplicándole su propia medicina.

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