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¿A dónde van los desaparecidos?

12 de diciembre de 2014

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A dos años de su mandato en este diciembre, el presidente de México, Enrique Peña Nito, anuncia una labor de profilaxis institucional, que se me antoja tarde y carente de objetividad, porque la labor será encomendada a entes que no merecen mucha confianza.

Es tanto el daño que ha dejado causar, que tuvo que trascender el asesinato de seis estudiantes y la desaparición de otros 43, todos normalistas, para que se viera obligado a tomar su primera postura digna desde el momento en que asumió, cuestionado entonces por demostraciones de amplios sectores que dudaron acerca de la legitimidad del proceso electoral.

Tal rechazo se elevó al dejar que empresas extranjeras penetraran el entes estatal Petróleos Mexicanos, cuando, en realidad, lo que tenía que hacer era depurar a los elementos locales corruptos que se embolsillaban anualmente millones de dólares a costa del sudor del trabajador.

Si se hubieran cumplido las promesas del mandatario, del Partido Revolucionario Institucional, ya el país estaría marchando por un proceso de paz, de amplia lucha contra la violencia, la pobreza y la inequidad, ante un panorama desalentador, herencia del anterior régimen del Partido Acción Nacional, que durante su sexenio de mandato emprendió una presunta guerra contra los cárteles de la droga, que tuvo un saldo negativo de 83 000 personas muertas y desaparecidas, con el agravante de que el 95% de los hechos delictivos permanecen impunes.

El país sigue dependiendo del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, y está atado a una política neoliberal que hizo aumentar en tres millones el número de pobres en el sexenio pasado y elevado significativamente los precios de los alimentos de la canasta básica.

Si en seis años de gobierno del PAN se contabilizaron 12 917 personas que permanecen desaparecidas, en los dos años de Peña Nieto suman 8 334, a las que se les cataloga eufemísticamente el nombre de “no localizadas”.

En total son 22 322 las personas cuyo paradero se desconoce, lo que es un indicativo del fracaso del Ejecutivo en el combate al crimen, si en realidad lo está haciendo.

Ahora nos ocupa el problema de los normalistas, gracias a que trascendió, pero allí desaparecen desde emigrantes, niños y mujeres hasta bandas de músicos.

Las desapariciones ocurren generalmente en sitios distintos de donde se denunciaron o a veces no se sabe ni siquiera el lugar donde se vio por última vez a una persona.

Aunque, según la agencia italiana ANSA, ninguno de los 32 estados del país está libre de este problema, Tamaulipas en el norte, limítrofe con Estados Unidos, es el que mayor número de desaparecidos registra en estos dos años de Peña Neto, con 1 257.

Hoy el presidente mexicano anuncia, subrayo, que se hará una labor de limpieza en todas las estructuras oficiales, y que pagará sus culpas, quien tenga que pagarlas, aunque se necesitan planteamientos integrales y novedosos, con el fin de evitar que el crimen organizado y el narcotráfico desangren al país y causen más desaparecidos, principalmente jóvenes.

Así, se requiere un trabajo de fortalecimiento estructural del sistema de salud y la educación, y, como algo indispensable, que no debe faltar, se exija a Estados Unidos toda la responsabilidad que conlleva el mercado consumidor de drogas más grande del mundo, lo cual es la fuente principal de los recursos financieros de las organizaciones criminales que actúan en México.

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