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El anciano que convive con varias generaciones

5 de diciembre de 2014

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Vejez-670x300Prometimos comentar acerca de esas familias en las que conviven diferentes generaciones, que lleva implícita una diversidad de necesidades e intereses, y por lógica, surgen contradicciones, en las que muchas veces, salvo raras excepciones, el anciano llevan las de perder. Estas situaciones se van haciendo habituales y llegan a establecerse de forma permanente y vitalicia. Es aquí cuando se considera al anciano, “fuera de este tiempo”, porque piensan, y en ocasiones es cierto, ya no tienen o no le permiten tener responsabilidades dentro de la dinámica o funcionamiento familiar, y en el orden económico, poco pueden aportar, aunque indirectamente, gracias a ellos es que los más jóvenes pueden salir a trabajar para mejorar el nivel per cápita de la familia.
Contrariamente, existen casos en que el anciano propicia obstáculos con su presencia para el mejor desarrollo de los más jóvenes, sobre todo, cuando requiere de un cuidado más centrado en ellos, pero en estos casos, hay que acudir primero a ese deber que tienen los más jóvenes con ellos,  no olvidando que fueron estos ancianos de hoy, los que contribuyeron durante toda su existencia a la educación y la preparación profesional técnica o laboral que tienen en la actualidad los más jóvenes que conforman su familia, esa que ellos precisamente crearon y desarrollaron.
Todas estas situaciones, y muchas más que harían interminable este capítulo, facilitan el origen de tensiones, de disfunciones familiares, que no solo afectan el estado de salud de los mayores de sesenta años que conforman este grupo, sino de todos los miembros de la familia. El desempeño de las funciones que debe asumir cada miembro de la familia se pierde, y sobre todo en el orden afectivo emocional, se produce el mayor perjuicio.
Cuando se llega a estos años altos, se tiene la expectativa, y diría más, se siente ese derecho que más bien es motivo de reconocimiento y de satisfacción, y que no es otra cosa, que esa necesidad no solo material, sino más bien, espiritual, de ayuda financiera, que llevará implícito ese apoyo moral y esa dependencia que se hace de las generaciones que le preceden, sobre todo, cuando están, o se sienten enfermos, cuando se sienten desvalidos, en fin cansados.
¿Cuál es el concepto de familia?
Primero que todo, habría que definir, que es una familia y cuando es funcional o disfuncional. Nunca podremos decir que una familia es una sumatoria de personas, sino un sistema, un grupo humano que no se puede ver de forma individual, y con un carácter personológico.  La familia hay que verla en su verdadera dimensión grupal y colectivista, con una dinámica determinada. Siempre me gusta comparar a la familia, con aquello de que cuando decimos la  palabra bosque, no estamos pensando en una simple suma de árboles, ni una escuela es una suma de aulas, pupitres, lápices y cuadernos, sino que uno y otra, es algo más que esa simple sumatoria de elementos que los conforman. El bosque tiene además del árboles, el sonido de las aves y de los más disímiles animales, del viento, de las ramas que crujen al paso de los que transitan por el, las cascadas, los ríos o los lagos que pueda tener o no tener, y todo ese conjunto de elementos y muchos más,  es lo que nos hace decir, esto es un bosque. La escuela, igualmente, en ella se combinan los objetos inanimados que la caracterizan, pizarras, pupitres, pero esta también el olor de la tiza, el sonido del timbre, el bullicio de los educandos, y todo ese ambiente que se recrea, cuando decimos, escuela. La palabra familia no constituye una excepción.
A veces se mal utilizan los términos de “familia enferma” y de “familia sana”, y lo correcto es hablar de “familia funcional” y de familia disfuncional”, por qué precisamente, de su  funcionabilidad dependerá en gran medida su esencia, su razón de ser. Por ello, tampoco se debe hablar de curar o sanar a una familia, sino más bien de propiciar cambios en su funcionabilidad, cambios que muchas veces son necesarios cuando se producen infinidad de situaciones, entre ellas, esta, la presencia de adultos mayores, sobre todo, si tenemos en cuenta, que muchas veces, transcurre este fenómeno de una forma que no somos capaces de percibirlo.
En muchas ocasiones pensamos que la funcionabilidad de una familia depende de un culpable individual. Es habitual decir, fulano, o mengana, son los que hacen que esta familia sea una desgracia, de que no sea una familia feliz. Cuando hay presencia de personas que han envejecido dentro de la familia, es habitual, sancionar a estas personas como culpables de esa disfuncionabilidad. Esto es un grave error.
Siempre se busca un culpable, pero no hay culpable individual, sino lo que denominamos pauta interactiva. El síntoma de uno de sus miembros, es el emergente, quién nos avisa, es la vía por la cual se comunica,  que algo grave está sucediendo en la familia. Es por ello, que no podemos hablar de un culpable individual, sino de lo que está sucediendo a nivel interactivo en el grupo familiar. Es importante tener siempre el precepto, de que: “La tarea esencial de la familia es darle un sentido adecuado a la vida de cada uno de sus miembros. ¿Cómo podremos lograrlo? Precisamente a partir de la capacidad de cada individuo de extender su sí mismo, sin negarse, para permitir el crecimiento del otro,  es dejar crecer, al mismo tiempo, de dejarse crecer a sí mismo, y con ello, está potenciando el crecimiento en su familia.
No quedan dudas acerca de la importancia y necesidad de convivir en una familia relativamente funcional, y mucho más en el caso de los ancianos, razones de las que estaremos comentando próximamente.

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