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Teatro bufo, costumbrista, vernáculo…

3 de octubre de 2014

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Con la reapertura del Teatro Martí, quienes alcanzaron a ver los espectáculos que allí se estrenaron en el pasado, evocaron no sólo los pertenecientes al género lírico, sino al denominado bufo, vernáculo o costumbrista; pero también a quienes hacían posible la subida a escena de obras de uno u otro género y, sobre todo, a los artistas. Y como hoy día se considera inadecuado realizar puestas en escena donde, por ejemplo, aparezcan actores blancos pintados de negritos, lo que constituye una degradación a quienes forman parte importante de nuestra sociedad actual, me siento en la obligación de ofrecer algunas informaciones, en este comentario, acerca del teatro bufo cubano, cómo y por qué surgió, y quienes fueron sus pioneros.
En la primera mitad del siglo XIX, la tonadilla escénica y el sainete -géneros españoles, que durante muchos años habían cautivado la atención del público- empezaron a perder interés, pues los espectadores demandaban algo diferente, novedoso. Y fue un destacado actor cubano: Francisco Covarrubias (quien pudo haber sido médico, según la voluntad de sus padres) el que cambiaría el futuro de la escena cubana.
Según plantea Alejo Carpentier en su libro “La Música en Cuba”: “después de realizar su aprendizaje de tablas con un grupo de aficionados, Covarrubias debutó en el Campo de Marte, en 1800, interpretando papeles cómicos. Hacia 1811, ingresó en la compañía dramática de Andrés Prieto.” Lo cierto es que él conocía muy bien los géneros ligeros españoles y, cuando se dio cuenta de su decadencia en nuestro país, decidió buscar una alternativa nacional, para lo cual era necesario sustituir los personajes que aparecían en los sainetes, entremeses, zarzuelas y tonadillas, por otros del patio, y tuvo la osadía de hacer aparecer en la escena, personajes populares.
Covarrubias comenzó haciendo versiones de obras españolas como: “Las tertulias de La Habana” por “Las tertulias de Madrid”, entre otros títulos. En ella intercaló, por primera vez, una melodía cubana: “La Cirila”, o sea, que la transformación de la trama exigía una musical. Y el éxito alcanzado por Covarrubias fue tal, que a su iniciativa se sumaron otros autores como José Agustín Milián quien utilizaba el seudónimo de “Creto Gangá”, de quien se recuerdan títulos como: “Un velorio en Jesús María” y “El andaluz y el habanero”. Pero, según la crítica de la época, todavía estas obras no estaban liberadas totalmente del espíritu español. Fue después, cuando empezaron a aparecer mulatos en la escena del bufo, como: Malarrabia, Juan de la Cruz y Cañamaso; negros como Serapio y Pancho Mandinga; monteros, guardias rurales, chinos, billeteros, caleseros, y tantos otros personajes populares cubanos que alcanzaron la preferencia del público en el Teatro Alhambra.
Tal vez en algún próximo comentario, ofrezca otras informaciones acerca de los inicios del teatro bufo cubano.

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