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La música y los compositores cubanos (III)

19 de septiembre de 2014

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María Teresa García Montes de Giberga

María Teresa García Montes de Giberga

Damos continuidad hoy en nuestra sección al ensayo así titulado, el cual el crítico y musicógrafo español Antonio Quevedo publicó el 15 de septiembre de 1957 en una edición especial del “Diario de la Marina”, con motivo de cumplirse entonces 125 años de la fundación de tal rotativo habanero.

 

LAS SOCIEDADES MUSICALES

El nacimiento de la sociedad Pro Arte Musical es el gran acontecimiento en lo que va de siglo. La funda una mujer cubana de talento y energía extraordinarios, María Teresa García Montes de Giberga, con la colaboración de un grupo de mujeres artistas y aficionadas. Por el Auditórium de esta sociedad han desfilado los intérpretes más famosos de nuestros días (solistas, conjuntos de cámara, orquestas, ópera y ballet). Desde que falleció, en 1930, María Teresa G. M. de Giberga, se han sucedido cinco presidentas por elección: Oria Varela de Albarrán, Laura Rayneri de Alonso, María T. Velasco de González Gordon, Dulce María B. de Cárdenas y Conchita Giberga de Oña, esta última hija de la fundadora, hecha a su imagen y semejanza.
Otras sociedades de conciertos realizan en La Habana excelente labor divulgadora de la música: Sociedad de Conciertos, Lyceum, Sociedad de Música de Cámara, Ateneo, Sociedad Universitaria de Bellas artes, Sociedad Infantil de Bellas Artes, Casa Cultural de Católicas, Cruz Blanca de la Paz, Juventudes Musicales, etcétera, sin contar, porque esta lista sería interminable, las filiales de provincias de algunas de las anteriores, y otras independientes.
Después de los esfuerzos que a principios de siglo hizo el maestro Modesto Julián, fundando la Sociedad de Conciertos, para ejecutar música sinfónica, de cámara y religiosa, los primeros pasos eficaces para un conjunto permanente los dio en 1922 un discípulo de aquel, el maestro Gonzalo Roig, fundador de la Orquesta Sinfónica de La Habana. Fue entonces un esfuerzo titánico, dado el medio y la cultura musical existentes.
En 1924 surgió la Orquesta Filarmónica de La Habana, dirigida por un discípulo de Turina: el maestro Pedro Sanjuán, en los días más turbulentos — musicalmente hablando — que se hayan conocido en Cuba. Compositores e instrumentistas estaban divididos en belicosos bandos, y el público participaba del mismo ardor, dándose el caso de que cada orquesta tenía «su público» que asistía a los conciertos de «su orquesta» y negaba la sal y el agua a la otra. Esta pugna estimuló las energías de cada grupo, y en el fondo fue beneficiosa para la cultura musical.
La Filarmónica tuvo en el doctor Agustín Batista el primero y hasta ahora único gran mecenas capaz de convertir una entidad precaria en organización poderosa y artísticamente lograda. Un Patronato presidido por él contrató durante varios años al maestro Erich Kleiber, bajo cuya batuta llegó la Filarmónica a un grado de perfección en cierto modo comparable con el de las mejores orquestas europeas o norteamericanas.
Una crisis interna llevó la Filarmónica a su total disolución, no sin antes vivir varios años agónicos, tomada en vilo durante su caída por las manos de distinguidos profesionales, que pusieron en su reconstrucción enorme interés: los doctores Armando J. Coro, Alfredo Antonetti, Sosa Bonilla, el ingeniero Torres Menier, arquitecto Pascual de Rojas y el periodista señor Rafael Marquina. El Instituto Nacional de Cultura ha infundido nueva vida a la yacente Filarmónica, cuyos conciertos, a partir del año próximo, serán dirigidos por Igor Markevich. En años anteriores lo ha sido por un joven maestro cubano, Alberto Bolet, alternando con otros directores invitados. El Instituto Nacional de Cultura formó también una Orquesta de Cámara, cuyas actividades y administración confió a la Sociedad de Conciertos.
La música de cámara se ha cultivado en Cuba desde el siglo XVIII. Proverbiales son las reuniones de artistas en las casas cubanas distinguidas de aquella época. En los tiempos modernos, el maestro Alberto Falcón reunió en su conservatorio a un selecto conjunto de cámara. Fue la primera vez que se ejecutaron en serie en La Habana tríos, cuartetos y quintetos de autores clásicos, románticos y modernos. Otros grupos de cámara, como el Cuarteto Clásico, mantuvieron en aquella época un entusiasmo digno de ser compartido por el público.
En 1931 María Muñoz de Quevedo, funda la Sociedad Coral de La Habana, la que dio a conocer las obras más notables de la polifonía vocal, religiosa y profana, de todas las épocas, dando cabida en sus programas a las obras de los compositores cubanos. Estrenó la Novena Sinfonía, de Beethoven, con la Orquesta Filarmónica, dirigida por el maestro Roldán, en marzo de 1933. Las fundaciones escolares y universitarias de la Coral de La Habana integraron grandes grupos de niños y jóvenes, destacándose sobremanera las Cantorías de la Casa de Beneficencia, la del Centro Superior Tecnológico de Ceiba del Agua, el Coro de la Universidad de La Habana, y el Coro de las Dominicas Francesas. La labor artística realizada por la Coral de La Habana desde su inicio hasta la muerte de su fundadora en 1947 rebasa con mucho la órbita de este ensayo periodístico.

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Comentarios



Andrés Bello Graña / 11 de marzo de 2015

Andrés Bello Graña / 19 de enero de 2015 Muy buenas noches desde España. Nuevamente me dirijo a Uds. para referirles que estoy interesado en la figura del músico cubano Hiram León Marín. En la red (http://ufdc.ufl.edu/UF00001565/00240/10x) únicamente he encontrado una escueta nota de prensa. Gracias adelantadas por su ateción.

Andrés Bello Graña / 19 de enero de 2015

Muy buenas tardes desde España. Estoy interesado en la figura del músico cubano Hiram León Marín. En la red (http://ufdc.ufl.edu/UF00001565/00240/10x) únicamente he encontrado una escueta nota de prensa. Gracias adelantadas por su ateción.