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Vivir o morir en Gaza

16 de julio de 2014

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Dieciocho miembros de una familia asesinados por una bomba que destruyó su vivienda; nueve muertos en un bar por un misil, mientras contemplaban el juego de fútbol entre Argentina y Holanda: son escenas de la más reciente agresión militar de Israel contra la Franja de Gaza, donde los palestinos muertos suman centenares, los heridos miles y muchos más han tenido que huir hacia otros lugares.
Precisamente, esto es lo que busca el gobierno sionista, el cual, bajo el pretexto del lanzamiento de cohetes contra su territorio, con resultados nimios, se ha dedicado a destruir con su arsenal militar el poblado lugar, instando a su más de millón y medio de habitantes a que lo abandonen totalmente, para facilitarle la captura o muerte de los militantes de Hamas.
Analistas objetivos coinciden en apuntar que, en estos momentos, es Goliat quien ataca a David, señalando que la potencia militar israelí se ceba con Palestina, sin tener en cuenta que los muertos aumentan día a día, entre ellos numerosos ancianos y niños.
Y lo más triste de todo esto es que la comunidad internacional asiste impasible a la barbarie, pues Israel, bien protegido por Estados Unidos, hace y deshace a su antojo en la zona, lo cual demuestra que, cuando no hay intereses económicos por medio, se deja asesinar a niños, mujeres y ancianos sin que nadie levante la voz.
Israel ha movilizado a miles de reservistas y preparado a su ejército para una posible invasión, que se puede estar produciendo en estos momentos.
En la vecina y también ocupada Cisjordania, se originaron enfrentamientos, principalmente en Hebrón, luego que un adolescente palestino fuera quemado hasta la muerte por seis ultranacionalistas judíos.
Y por eso nos preguntamos para qué sirve que Naciones Unidas condene el lanzamiento de cohetes y pida prudencia a Israel, la potencia ocupante, cuando esta hace oídos sordos. Luego dirán las fuentes oficiales que son daños colaterales e intentan ocultar la realidad de que muchas familias quedan sin hijos, padres o abuelos.
Pero mientras no se toman acciones reales para contener el genocidio, y proteger la vida humana, los países capitalistas desarrollados si se movilizan cuando se trata de petróleo o cualquier fuente de riqueza.
La especialista Sara Rosenberg recuerda un dibujo de Goya en el que escribe a pie de página: “El sueño de la razón engendra monstruos”. Hablaba entonces de los horrores y de los “Caprichos de la guerra”, porque dormida o muerta la razón, sólo son posibles las monstruosidades más humanas”, concluyendo la estudiosa que la causa más evidente es la existencia de la propiedad privada. y en este caso de Israel y Palestina, la apropiación colonial y criminal de la tierra y la vida de nuestros semejantes.
Así se revela al militarizado Estado sionista como gendarme y productor del miedo en busca del consenso para el crimen.
Desde que existe, Israel viene cometiendo crímenes de lesa humanidad contra el pueblo palestino. Es un ejemplo clásico de colonialismo “adornado” con un derecho basado en extrañas historias teológicas y de un supuesto derecho de raza y de sangre.
Israel ejercita la impune política del colonialismo: invade un territorio, coloniza, encierra, roba y aniquila a su población. Como los palestinos deben ser expulsados de la tierra teológica y racialmente elegida, se les confina, se les priva de derechos elementales y se les bombardea cuando protestan.
Invasión colonial y guerra de exterminio, en nombre de un derecho sólo justificado en la metafísica, en una atroz “razón” de carácter paranoico, como todas las que se usaron en las guerras de conquista. Lo único cierto es que el imperialismo yanki-sionista necesita esa base en el Medio Oriente para intervenir y saquear a los pueblos vecinos y controlar políticamente la zona.
Así, Gaza es nuevamente víctima de la limpieza étnica, en una escalada de grandes proporciones, basada en un terrorismo que hace que muchos huyan, pero otros no, porque prefieren desafiar a la muerte.

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