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Vientre y Raíz

11 de mayo de 2014

Me has dicho ¡mil veces!, que sólo es cursi quien conoce el cariño. Por tanto, hoy me doy la libertad de serlo y para eso tengo toda la licencia del mundo. Te quiero por tantas razones que un día, casi sin darme cuenta, escribí esto:

Por JM. Torres
A Ismaray Enamorado

Percibiría – justamente a los catorce días del mes más corto del año – que la fuerza del cariño entre dos seres es tan grácil y misteriosa como la noche misma. Comprendería que las segundas partes no siempre son malas y la perseverancia es una amiga fraternal que acompaña al hombre.
Un simple examen puso fin a sus dudas. A partir de ese momento aumentaron los malestares, el rechazo a olores comunes, las persistentes náuseas… Tal parecía que el alado, travieso y juguetón – hijo de Venus – se fundiría en Eros y Kámadeva para regar desde ese momento su vientre (árbol fértil).

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En apenas diez minutos un susto intenso se apoderó de su cuerpo – ahora listo como un laboratorio que se presta a realizar el más exitoso experimento –, dejando entonces en manos de la ciencia el resultado: siete semanas y cinco días.
Bastaría solamente la afirmación pitagórica de que el siete es el número perfecto para rebasar con lágrimas la noticia y comprender, a partir de entonces, la responsabilidad que encierra ser mamá. Llegaban a un término feliz las dudas de él; iniciaba una nueva etapa para ella.
Ambos postergarían actividades y proyectos para dedicarse a la necesaria atención del fruto que, poco a poco, echaba raíces e iba tomando forma y tamaño. Era la génesis y el más fiel testimonio de una voluptuosa relación que a partir de ahora se aferraría a la comunicación constante, al mimo, al regaño, cuidados extremos, dolores de cabeza… Ahora es una “santa” sin credos. Querida e idolatrada todos los días, aunque desde aquel invernal mes de febrero ella también sería ensalzada el segundo domingo de mayo.
Ya han pasado cinco meses. Ahora espera. Con paciencia sacerdotal observa como su barriga crece. Luce atractiva, siente movimientos algunas veces dolorosos que la retuercen, pero le agradan. Es la señal viva del ser que espera enfrentarse al mundo y de cuyo porvenir será responsable. Sólo ella sabe ahora  lo que es amar y ser feliz.
Desde ahora programan todo lo que harán el domingo. De sus familiares y amigos recibirá felicitaciones y parabienes. Con todos estará satisfecha y a todos reirá. Pero ninguno de ellos será más fuerte y electrizante como aquel que desde su vientre dará tres pataditas queriendo decir: Te quiero, mami.

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