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¿Qué vendrá ahora?

6 de mayo de 2014

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Odessa, es una importante ciudad portuaria que conserva en su historia, ser el lugar donde se prendió la chispa de la Revolución Bolchevique con su sublevación en 1905, inmortalizada en la película “El acorazado Potemkin”.
Como toda la Unión Soviética de entonces, también se vivieron allí los efectos del fascismo desenfrenado que Adolfo Hitler llevó a ciudades y pueblos, con una marca letal de decenas de millones de muertos y mutilados y una devastación total de casi toda Europa.
Fue precisamente la Unión Soviética, al alto costo de varios millones de muertos, el país cuyos hombres y mujeres fueron capaces de expulsar al poderoso ejército fascista, obligado en última instancia a capitular.
Pero ese fascismo, cuyas raíces parecen no haber sido extirpadas totalmente del suelo europeo, ha mostrado su expresión más palpable en la Ucrania de 2014.
Así se constata con lo ocurrido este fin de semana en Odessa, cuando grupos neofascistas incendiaron la Casa de los Sindicatos de esa ciudad, causando la muerte, por asfixia y totalmente calcinados a 46 ciudadanos cuya única falta es la de pedir el respeto y la garantía para las vida de quienes hablan el idioma ruso o tienen vínculos sanguíneos con ese país.
Advertí en comentarios anteriores sobre el peligro extremo de esta tendencia de pensamiento y acción que sacude a Ucrania y la pone al borde de la guerra. Por supuesto, se trata de una guerra que no debe ocurrir porque sus dimensiones cruzarían allende los mares y las fronteras y podría crear un conflicto mayor con otros actores.
Posibilidades de evitarlo existen todavía, pero quienes atizan las llamas del conflicto desde el lejano Estados Unidos o la sumisa Europa debieran pensar serenamente cuán peligroso sería un mundo impactado por una vuelta al fascismo y a las guerras incontroladas.
Los 46 cadáveres sepultados la víspera en Odessa, pudieran convertirse en bandera de lucha para quienes se saben acosados por esta tendencia fundamentalista que impera en las autoridades de Kiev, y se muestran dispuestos a dar hasta sus propias vidas para defender su existencia, su idioma y sus relaciones con el vecino ruso.
Rusia ha acusado a las actuales autoridades de Kiev de haberse “manchado las manos de sangre”, en referencia directa con la masacre en la Casa de los Sindicatos de Odessa.
Por otro lado los dirigentes extremistas de derecha impuestos tras el golpe de estado en Ucrania, acusan a los rusos de incentivar estos enfrentamientos.
De acuerdo con una declaración del Centro de Investigaciones Sociales y Políticas de Moscú, “los gobernantes ucranianos intentan a toda costa justificar sus crímenes contra su propio pueblo, creando el mito ante los europeos sobre la culpabilidad rusa”.
Lo peor de todo es que cuando se procedía a sepultar a los hijos de Odessa calcinados por las llamas, ya las nuevas autoridades de Kiev enviaban otras unidades de tanques y medios militares que ya atacan a otras poblaciones, lo que ya parce convertirse en una mecha que encienda las llamas de un conflicto peor.
¿Qué vendrá ahora? Pienso que Estados Unidos y Europa son los encargados de sofocar el incendio que han estimulado.

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