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¿Buena y mala música?

28 de marzo de 2014

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Es muy frecuente en nuestros días utilizar la expresión mala y buena música, categorías opuestas y  no complementarias. En mi opinión, no existe un mal arte, sino un anti-arte, pues todo cuanto carezca de valores estéticos, no puede denominarse arte. A esto dedicaré mi comentario de hoy.

Ñico Saquito

Ñico Saquito

Comenzaré por recordar el significado del término Arte que, según el Diccionario Filosófico, es la “recreación de la realidad”, o sea, que no es la realidad misma. Existen muchos ejemplos en la literatura, el teatro, el cine, la música, la danza, donde se presentan hechos históricos recreados por la ficción, cuyo resultado es de excelencia; aunque no siempre es así.
Respecto a la música, ¿podemos considerar mala, por ejemplo, una obra ofensiva, ya sea por la utilización de palabras obsenas o porque su mensaje atenta contra los principios morales de la sociedad? ¿Podemos considerar malo a un intérprete vocal o instrumental que desafina? En ambos casos, ¿dónde están los valores estéticos? Creo que el término adecuado para calificar ambos ejemplos es: anti-música.
La música es un sistema de comunicación, al igual que el arte en general y cabría preguntarse: ¿qué está comunicando la anti-música?
Históricamente, hemos disfrutado de intérpretes cultivadores del doble sentido. Recordemos, por ejemplo, a Ñico Saquito o a El Guayabero, y en los días que corren a Tony Ávila, pero sus canciones no son ofensivas, sino que reflejan ese sentido del humor criollo, y esa “malicia” natural que forma parte de nuestra identidad. Todos ellos están entre los mejores representantes de la historia musical cubana.
Cuba es un país perteneciente al denominado “tercer mundo”, pero a diario se lucha por lograr una sociedad con altos valores, sin embargo, creo que los medios de difusión masiva podrían ser un poco más exigentes para evitar que obras e intérpretes  carentes de valores estéticos sean promovidos, sobre todo, por la televisión. Es imposible evitar la realización de grabaciones que luego escuchamos en algunas  casas del vecindario, cuyos textos del peor gusto son repetidos como un slogan por la generación más joven; pero hay que utilizar estrategias inteligentes que permitan evidenciar lo dañino de la anti-música, sobre todo para los niños y adolescentes.
En mi opinión, no existe una música buena y otra mala, sino una sola: LA MÚSICA, porque la otra es cualquier cosa menos arte.

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