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Cuando falta la luz propia

18 de marzo de 2014

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Cuando nació la Unión Europea, un apoyo local e internacional se manifestó ante la iniciativa.
Luego, al formarse la moneda única, hasta se pensó que el euro sería la contraparte que no permitiría al dólar imponer condicionamientos a la hora de cualquier negociación.
Todo sucedía, no sin cierta expectativa y hasta con la incertidumbre de lo que podría ser —como se pensaba— una Europa unida, sólida en su desarrollo y… muy importante, con opiniones propias e independencia.
Pero, en verdaderamente, muy poco de lo que se pensó, ha llegado a ser realidad, más que todo, por los sistemas políticos imperantes —neoliberalismo en casi todos los países— y el desgaste de partidos políticos, alguna vez llamados de izquierda y que no han podido elaborar programas propios que respondan a los intereses de la población.
En lo interno la Unión Europea se ha consumido en sus propias contradicciones, mientras en lo externo ha asumido una política entreguista hacia los intereses norteamericanos, llegando a tener participación activa en invasiones y ocupaciones de otros estados; imponer sanciones a la usanza de cómo las aplica Washington; y hasta buscarse enemigos en gobiernos cuyos países significan parte del sustento de las relaciones económicas y comerciales y abastecedores de petróleo y gas.
Hoy resulta muy natural saber que en Iraq, Afganistán, Libia y hasta en Siria, soldados y mercenarios europeos han participado, junto a los militares norteamericanos, en las masacres que han costado la vida a cientos de miles de personas, incluyendo una alta cifra de militares de los países de Europa.
Pero la Unión Europea tampoco se ha quedado atrás en imponer sanciones a países con los cuales Estados Unidos aplica iguales medidas.
Desde la Casa Blanca y el Departamento de Estado han salido las directrices para sancionar a Siria porque su gobierno no ha claudicado y entregado el poder a los terroristas pagados desde el exterior.
Rauda y veloz la Unión Europea también impuso restricciones a ese país, aunque las mismas perjudicaran al Viejo Continente, por demás padeciendo una crisis endémica de grandes envergaduras.
Respecto a Irán pasó algo similar: Washington sancionó, la UE lo siguió y muchas naciones europeas se vieron de pronto, debido a esas absurdas políticas, involucradas en medidas que afectaban los suministros e intercambios del país persa con Europa.
Ahora la propia Unión se busca un nuevo problema cuya afectación económica y comercial, llevará a un hundimiento mayor de sus economías.
Ucrania ha sido sacudida por el terrorismo impuesto desde Occidente —y los europeos lo saben bien— y cuyo único objetivo no es siquiera la propia Ucrania, sino la vecina Rusia.
El gobierno de Estados Unidos, no muy acostumbrado a que existan gobernantes que se le enfrenten a sus políticas y le pongan un muro de contención de principios, pensó que en Ucrania era algo así como “coser y cantar”.
Pero Rusia, en la voz de su presidente Vladimir Putin, volvió a dar señales del estadista que es, y no ha aceptado ningún tipo de chantaje respecto a Ucrania y mucho menos en cuanto a la decisión soberana y pública de Crimea de ser república independiente y solicitar su anexión a la Federación Rusa.
En Estados Unidos, Obama y Kerry fundamentalmente, gritaron, amenazaron y emplearon —como siempre— el poder mediático a su disposición para crear una atmósfera de hostilidad hacia Rusia.
La Unión Europea siguió los aullidos de Washington y se sumó al coro de las sanciones contra Moscú.
Ahora bien, han tenido en cuenta tanto Obama como los europeos lo que puede significar económicamente para sus países, crear ese tipo de fricción con Rusia.
En el caso norteamericano se trata de un comercio nada despreciable que asciende a 38 220 millones de dólares al año, de los cuales 11 260 millones corresponden al flujo financiero de Washington a Moscú y 26 960 millones a lo que exporta Rusia hacia el mercado de Estados Unidos. En este último caso, el 73% del volumen corresponde a petróleo y gas.
En lo que atañe a la Unión Europea, el intercambio con Rusia supera los 416 000 millones de dólares y de ellos, el 75% corresponde al petróleo y gas ruso tan vital para la economía continental.
¿Qué puede pasar de concretarse el sistema de sanciones que tanto Obama como la UE quieren aplicar a Rusia?
Esa respuesta, más que de cualquier analista, debe salir de las mentes más claras y menos contaminadas que pudieran ver a un mundo occidental, que se encamina barranco abajo, por el vicio enfermizo de ser hegemónico en el caso de Estados Unidos, y por la sumisión de una Europa sin luz propia.

   
                               

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