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Las FOE y las nuevas guerras

11 de marzo de 2014

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La administración del presidente Barack Obama ha anunciado recortes a los gastos del Pentágono, lo cual no tiene que ver con una vocación pacifista, sino con nuevas estrategias y prioridades para hacer la guerra.
Eso explica que mientras se reducen partidas para programas y ramas bélicas, el proyecto de presupuesto de la Unión para el año fiscal 2015 se muestra generoso con el financiamiento de las Fuerzas de Operaciones Especiales (FOE).
Son las FOE las que juegan y han desempeñado un rol protagónico, aunque no siempre visible, de las aventuras militares del Pentágono a nivel mundial, así como también con los planes subversivos e intervencionistas en diversas latitudes del planeta.
El proyecto de presupuesto de Estados Unidos para el año fiscal 2015 pretende elevar a niveles sin precedentes los fondos para las Fuerzas de Operaciones Especiales (FOE) como instrumento de subversión a nivel global.
Si el Congreso estadounidense da el visto bueno a la solicitud del secretario de Defensa, Charles Hagel, las Fuerzas de Operaciones Especiales dispondrán de más de siete mil 700 millones de dólares.

Tal monto supera en 10 por ciento la asignación del 2014, y lo que es más, las unidades especiales del Pentágono se incrementarán de 66 mil a 69 mil 700 efectivos.

Claro que, como ocurrió también con las estrategias y tácticas de la administración de George W. Bush, con Obama los pretextos son también la lucha contra el terrorismo, narcotráfico, trata de personas y otros argumentos sobre los que se viene escudando el armamentismo de Estados Unidos.

Sobre ello el presidente Raúl Castro denunciaba recientemente el papel de estas tropas élites dentro de la alegada guerra convencional, como la aplicada en Ucrania y en Venezuela.

No se trata ya de las grandes invasiones y ocupaciones al estilo Iraq y Afganistán, que tantos fondos, recursos y vidas materiales han costado tanto a Washington como a sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

Ahora se trata de guerras no declaradas, apoyadas en la subversión, el terrorismo mediático, el desgaste de los gobiernos y la búsqueda de la ingobernabilidad, en una especie de remake de la guerra sucia de Ronald Reagan en Centroamérica en la década del 80 del pasado siglo.

Se desarrollan con el apoyo y el financiamiento de grupos internos, que son manejados, entrenado e incluso equipados por las agencias de seguridad estadounidenses y unidades especiales del Pentágono.

El jefe del Comando de Operaciones Especiales, almirante William McRaven, adelantó frente al Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes que las FOE aumentarán su despliegue a nivel internacional.

Para ello redoblarán sus nexos con la Agencia Central de Inteligencia, la de Seguridad Nacional, la DEA, el FBI y las agencias de seguridad de potencias aliadas. Con tales amigos y contactos tienen la misión de infiltrarse en otros países y actuar en violación a la soberanía e integridad territorial de otros países.

Siria es un país donde las cosas funcionan de esa manera, con las FOE y otras tropas de intervención de la OTAN participando del lado de los grupos que intentan derrocar al gobierno legítimo e internacionalmente reconocido de esa nación árabe.

Esta es otra guerra no convencional, donde Washington y otras naciones occidentales arman a los grupos de oposición, someten a sanciones a las autoridades del país y buscan a toda costa su derrocamiento.

Por ello el general de ejército Raúl Castro instaba a estudiar la Circular de Entrenamiento TC-18-01 del Pentágono, publicada en noviembre de 2010 bajo el título “La Guerra no Convencional (GNC)”.

Se trata de todo un manual de la guerra sucia, que reconoce a las FOE como puntales en los actos de subversión donde quiera que fuera, “para explotar las vulnerabilidades psicológicas, económicas y políticas de un país adversario, desarrollar y sostener las fuerzas de la resistencia y cumplir los objetivos estratégicos norteamericanos”.

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