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Libia y la resistencia verde

10 de marzo de 2014

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Cuando la aviación norteamericana bombardeaba Libia, las noticias del “avance” para derrocar al presidente Gadafi, eran la preferencia mediática de un Occidente al que no le importaba la masacre contra aquel pueblo.

Así ocurrió, de manera ininterrumpida, hasta el mismo minuto en que el mandatario libio era asesinado de manera vil, no por los grupos opositores que existían dentro de ese país, no por alguna que otra etnia contraria al gobernante, sino por los militares norteamericanos y de la OTAN que consideraron entonces que su misión estaba “cumplida”.

Luego, durante los dos últimos años, de Libia casi nada se publica en esa gran prensa.

El foco de atención fue trasladado para otro estado, Siria, también árabe, donde se pretende aplicar la misma lección.

Pero en Libia hay más problemas ahora que en la época de Gadafi; hay más enfrentamientos étnicos y, sobre todo, hay repulsa contra el nuevo estatus impuesto por Washington en esa nación.

Tienen lugar encarnizadas batallas en el sur de Libia que, se asegura, no son simples choques tribales.

Más bien, dicen expertos de la zona, representan una posible germinante alianza entre grupos étnicos libios negros y fuerzas pro Gadafi que se proponen liberar al país de un gobierno neocolonial instalado por la OTAN.

Entre los hechos más sobresalientes resulta el ataque a una base de la fuerza aérea en las afueras de la ciudad de Sabha,  en el sur de Libia, de donde expulsaron a las tropas leales al “gobierno” del primer ministro Alí Zeidan y ocuparon la instalación.

Destaca de igual forma que en esa nación volviera a ondear la bandera verde de la Gran Yamahiriya Árabe Libia Popular Socialista sobre una serie de localidades en todo el país.

La situación ha llegado a tales niveles de confrontación que el primer ministro ha convocado en varias oportunidades a sesiones de emergencia del Congreso General Nacional para declarar estado de alerta en el país.

Varias fuentes coinciden en que el gobierno de Libia, tras el asesinato de Gadafi, no ha podido ejercer de manera cotidiana y vive bajo el asedio de distintos sectores de la población, grupos tribales y otros, que se oponen tajantemente a la administración impuesta desde el exterior.

La muerte del viceministro de Industria, Hassan al—Droui, en la ciudad de Sirte, se estima que fue provocada por grupos armados de la llamada “Resistencia Verde”, pro Gadafi.

El aumento de las fuerzas de estos grupos en Sabha y otros sitios es solo una parte de un escenario político y militar más complejo en el sur, donde una cantidad de tribus y varias etnias se han alzado contra lo que perciben correctamente como su marginación política, económica y social.

Un análisis de prensa refleja que a pesar de la retórica altruista de intervencionistas occidentales hablando de “democracia” y “libertad” en Libia, la realidad es todo lo contrario, especialmente para libios de piel oscura que han sufrido la disminución de su estatus socioeconómico y político con el fin del gobierno de la Yamarihiya de Muamar el Gadafi.

En un informe de Amnistía Internacional se lee que hay flagrantes crímenes de guerra realizados por los llamados “combatientes por la libertad” de Libia quienes, a pesar de ser saludados en los medios occidentales como “libertadores”, aprovecharon la oportunidad de la guerra para realizar ejecuciones masivas de libios negros, así como de clanes y grupos étnicos rivales.

Tal información contrasta con el tratamiento a los negros bajo el gobierno de Gadafi, el cual fue elogiado por el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en su informe de 2011, donde se señaló que el gobernante hizo todo lo posible para asegurar su desarrollo económico y social, específicamente para brindar oportunidades económicas y protecciones políticas a libios negros y a trabajadores migrantes de países africanos vecinos.

Hoy Libia, como Iraq y Afganistán, son países inestables, más violentos, menos gobernables que antes de que fuerzas armadas norteamericanas y de la OTAN los atacaran u ocuparan para apoderarse de sus recursos energéticos.

 

 

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