ribbon

Rectificando el camino

25 de febrero de 2014

|

Acostumbrado a asociar su nombre a las telenovelas brasileñas y otras producciones de calidad, a veces olvido que la poderosa e influyente ente productora O’Globo está asociada y representa a intereses políticos antigubernamentales que combaten o tratan de hacer tergiversar la reforma agraria que la presidenta Dilma Rousseff trata de impulsar en Brasil y, en este contexto, encabeza una bien dirigida campaña mediática que ha hecho descender la popularidad de la mandataria, todavía favorita para reelegirse
La reciente reunión de Dilma con los dirigentes del Movimiento Sin Tierra (MST) provocó los más virulentos comentarios de la reacción en general, en lo que constituye a no dudarlo una cuestión presente incluso en ciertos sectores oficiales renuentes a dar la tierra a quienes la trabajan.
Precisamente, estos elementos hicieron tardar tres años la reunión solicitada por el MST a Rousseff, en la que se hicieron adoptar cambios en la formulación gubernamental, al poder ser apreciados los potenciales problemas del campo brasileño, como el tratar de no retroceder en los logros de la reforma iniciada hace diez años por el anterior presidente, Luiz Ignacio ”Lula” da Silva, y cuestiones relativas a los problemas de las familias acampadas y asentadas en todo Brasil. En una situación en que la crisis mundial económica afecta al gigante brasileño, se señaló la necesidad de mejorar el índice de productividad, crear las condiciones al respecto e incluso, destaco, el enfrentamiento a las fuerzas más conservadoras que componen la gestión de la presidencia, cuyo accionar, repito, ha hecho bajar la aceptación del gobierno a un 39%.
Lanzado a finales del año pasado, la Reforma Agraria provisional preveía la posibilidad de que las familias campesinas vendieran sus lotes, lo que permitiría una regresión de los logros de la reforma agraria y una reconcentración de la tierra en el país.
Según Débora Nunes, de la Coordinación Nacional del MST, la agroindustria también prevé la tierra de las familias asentadas y están dispuestos a ofrecer mucho dinero para conquistar estas áreas.
“Esto puede estimular la venta, lo que desmoralizaría al propio gobierno y a la Reforma Agraria”, dijo, al señalar que sería un retroceso en  los logros y una mayor concentración de la tierra en el país.
“Estoy de acuerdo en que no tiene sentido conceder la perspectiva de la venta”, dijo Rousseff, al considerar que es importante que las familias sientan que la tierra les pertenece a ellos, porque aumenta la “autoestima”, y defendió la propuesta del Movimiento, que prevé la concesión de uso de la tierra, el derecho a la herencia y la prohibición de la venta.
Durante el gobierno de Rousseff, poco más de 76 000 familias han sido asentadas asentadas, según el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (INCRA). La mayoría de estas cifras, sin embargo, se refiere a la regularización de la Amazonía, no los decretos de expropiación de nuevas áreas.
Con el fin de resolver algunos de los problemas de las familias acampadas en todo el país, que suman alrededor de 150 000, el MST expuso la problemática en torno a las áreas de la superficie de regadío en el noreste de Brasil.
De estas 150 000 familias que esperan por un pedazo de tierra, alrededor del 60% se concentra en el noreste. Paralelo a esto, hay unas 80 000 áreas vacantes que disponen agua, lo que cual permitiría la plena instalación en la zona, pero aun hay que eliminar políticas que dan prioridad a las alianzas con empresas privadas, en detrimento de la resolución de los problemas sociales de la región.
Asimismo, la Presidenta tiene que enfrentar las situaciones creadas por el Departamento de Obras Contra la Sequía, el organismo responsable del control de esas áreas, que es calificado como un baluarte de la oligarquía local.
En el 2012, la parte del noreste de la población experimentó la peor sequía en 50 años, generando diversas dificultades sociales y económicas en la región. Cuatro millones de animales murieron y más de 1 200 municipios se declararon en emergencia. Las condiciones aun persisten, y la desidia de funcionarios gubernamentales de la región incrementa las dificultades para que el agua, el crédito y los camiones de agua lleguen a los campesinos.
Al respecto, Dilma ha expresado que “la sequía no es una maldicion divina y no se lucha contra ella, sino que hay que controlarla”, y se comprometió también a aumentar los recursos del Ministerio de Desarrollo Social.
Por supuesto, repetimos, todas esta cuestiones son ignoradas, combatidas y tergiversadas por la gran prensa, que acusa al MST de ser una institución política y no agraria, y le reprochan de que siempre, han respaldado tanto al gobierno de Lula como el de Dilma.
En este sentido, el MST, uno de los movimientos políticos y sociales más grande del continente americano, ha declarado que ello constituye una fraternidad estratégica, lo cual no es sinónimo de desvirtuar o desconocer el conflicto como motor político.
Hoy, el  Movimiento se encuentra interpelando al gobierno brasileño en la exigencia de profundización de la reforma agraria en ese país, pero en forma muy diferente a cuando surgió, en la década de 1970, cuando izó la bandera de lucha por la redistribución de las tierras y en oposición a la reforma agraria -regresiva- impulsada por el régimen militar entonces gobernante.

Comentarios