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Si de terroristas tratamos…

24 de enero de 2014

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Muchos recordarán las noticias acerca de los terroristas que se han dedicado a abrir el pecho y comer el corazón a soldados sirios hechos prisioneros, con video demostrativos de tal horror, que se ha hecho extensivo en Iraq, el Líbano y otras partes de la región. Uno solo de esos asesinos se vanaglorió de haber ocasionado la muerte a más de 350 personas inocentes en Siria.
Son parte de los más de 100 000 mercenarios enviados por Estados Unidos y otros países occidentales y financiados generosamente por Arabia Saudita en la agredida nación árabe, todos los cuales no están realmente interesados en una solución política justa al conflicto.
Este situación revela la intención de Washington de mantener desestabilizada la zona, con el fin de pescar en río revuelto y subrayar la confrontación indirecta con Rusia y directa con Irán, luego de lograr sin esfuerzo que el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, retirara la invitación a Teherán para asistir a la Conferencia de Ginebra para lograr la paz en Siria.
En esta situación de inestabilidad juega un papel en grado sumo los terroristas miembros de los grupos takfiris, creados por Estados Unidos y Arabia Saudita en los ’90, según revela Robert Baer, ex oficial de la Agencia Central de Inteligencia, en su libro Durmiendo con el Diablo.
Quizás el lector recuerde relatos de cómo los terroristas chechenios eran señalados como los superespecialistas en las torturas más crueles a  los soldados soviéticos en Afganistán y los rusos en Chechenia, sus principales objetivos. Pero, por favor, lean estos párrafos que confirman lo anterior, según Baer:
“En junio de 1998, cuarenta chechenos fueron llevados a un campo militar secreto situado a unos 125 kilómetros al sureste de Riad para recibir un entrenamiento militar durante cuatro meses. El príncipe Salmán, gobernador de Riad y hermano del entonces Rey Fahd, fue el patrocinador del campo.
“Para los fabricantes de armas de Estados Unidos, Arabia Saudita es un subsector de la industria que tiene sus propias reglas. Compramos petróleo de Arabia Saudita, lo refinamos y lo ponemos en los automóviles y un pequeño porcentaje de lo que pagamos termina por financiar ataques terroristas contra EE.UU. e instituciones estadounidenses en casa y el extranjero, pero sobretodo, ataques contra gobiernos que se oponen a los intereses norteamericano”.
El ex espía dijo que uno de los centros de la economía global es “un reino construido sobre el robo, que alimenta el terrorismo, destruye cualquier posibilidad de una clase media basada en derechos de propiedad y promueve la esclavitud y la prostitución. “Un informe enviado al Consejo de Seguridad de la ONU indicó que Arabia Saudí transfirió 500 millones de dólares a Al Qaeda en la década que se inició en 1992”, concluye.
De lo anterior se nutrió el movimiento takfiri, musulmanes que le hacen el juego a Occidente y a Israel, consciente o no, al ignorar totalmente al Islam y olvidar las recomendaciones de mesura y moderación predicadas por el Corán.
El ayatolá Mohammad Ali Taskhiri, consejero del líder supremo en los asuntos del mundo del Islam, en una entrevista ha declarado que las corrientes takfiris no tienen nada que ver con el Islam y que esta ideología había tenido efectos muy negativos, y contribuido con crímenes imperdonables.
En un discurso en la reunión anual de la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York, el ministro de Exteriores sirio, Walid al Mualem, había dado a conocer que “terroristas de más de 83 países participan en la matanza de nuestro pueblo y nuestro ejército bajo el nombre de una yihad (“guerra santa”) global takfiri”.
“¿Cómo pueden algunos países, afectados por el mismo terrorismo que estamos sufriendo en Siria, pretender luchar contra el terrorismo en todas partes del mundo, mientras lo respalda en mi país?”, dijo. Lamentablemente, ese terrorismo, que hoy apuntamos sucintamente en la cruel “modalidad takfiri”, impide la coexistencia entre los pueblos.

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