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Un conjunto instrumental casi desconocido

17 de enero de 2014

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En mi comentario anterior me referí a la herencia musical de los ancestros, transmitida de generación en generación, y defendida por muchos pueblos latinoamericanos, así como el interés que se evidencia por los creadores de la generación actual. Hoy me referiré a un instrumento que, aunque presente en las tonadas trinitarias, resulta desconocido para quienes lo ven como un elemento más de esa tradición: un pequeño tambor que se asocia con los del “conjunto biankomeko”, propio de los ritos “abakuá”.
El instrumento a que me refiero, tiene una sola membrana que se tensa por medio de cuerdas atesadas a cuñas parietales, y aunque posee características morfológicas similares a los restantes tambores del mencionado conjunto, algunas diferencias han permitido a los investigadores afirmar que su procedencia no es conga sino carabalí. Y algunos aseguran que el utilizado en las tonadas trinitarias, es el “enkomo” abakuá.
Sin embargo, para la autora de este comentario, el referido tambor es reminiscencia de algún extinto cabildo carabalí y no producto de influencias abakuá, porque en Trinidad nunca existieron potencias ñáñigas. No voy a adentrarme en analizar aspectos que sólo son de interés para los especialistas; prefiero referirme sólo al tambor de las tonadas trinitarias que, aunque propias de la ciudad de Trinidad, a mediados del siglo XX también se utilizaron en pueblos cercanos a ella y a Cienfuegos.
Las tonadas trinitarias (pertenecientes a las llamadas claves) dejaron de salir a la calle en 1958, p, y se extendió a otras ciudades como Matanzas, Sancti Spíritus y La Habana y, con el tiempo, empezaron a sufrir cambios cualitativos. Sobre esto, el doctor en Musicología Argeliers León expresó: “Fueron estos medios urbanísticos, aún de las pequeñas poblaciones interiores, proclives a fomentar una cultura popular, dadas las circunstancias de contactos y transferencias de bienes culturales”.
El tambor de las tonadas trinitarias o de los fandangos (como antiguamente se denominaba a este tipo de agrupación musical) perteneciente a un conjunto de tres, se denomina quinto o requinto por su afinación más aguda. Su encordaje constituye una cuerda que se oculta cuando el parche (de chivo o carnero) se dobla hacia el anillo que rodea el borde del tambor.
La caja del tambor al que nos referimos es enteriza y está hecha de un tronco ahuecado, en cuyo borde inferior se coloca un fleje clavado para evitar que el instrumento se raje. Finalmente, el tambor se barniza. Tanto la utilización del fleje como del barniz, se utiliza en los abakuá. Pero mientras que la madera utilizada en estos últimos es el cedro, los de las tonadas trinitarias son de algarrobo, y otras maderas más flexibles.
Las tonadas trinitarias constituyen el género más importante en el que se emplean los tambores a que me estoy refiriendo hoy, y contribuyen a enriquecer e carácter de esta tradición donde se cultiva el humor y la sátira y, al decir del informante Manuel Quesada: “En el pasado eran cantos de picapleitos que a menudo terminaban en bronca”
Algo importante a lo que no puedo dejar de referirme es que estos membranófonos también se han utilizado en la variante de la rumba denominada columbia, y en un antiguo género bailable con controversia improvisada, de la zona de Vueltabajo conocido como corrido.

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