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Pedrito Fernández

24 de diciembre de 2013

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Dedicaremos hoy nuestra sección al tenor cómico y director artístico Pedrito Fernández  (Cárdenas, Matanzas, 1912-La Habana, 1998).

 Lázaro Pedro  Fernández Suárez-Solar fue un hijo espiritual para el mundialmente famoso pianista y compisitor Ernesto Lecuona, quien lo conoció cuando solo tenía siete años de edad y el maestro se hospedada con frecuencia en el hotel cardenense Isla de Cuba, del cual eran dueños los progenitores de este tenor cómico, actor y director artístico. Tras el fallecimiento del padre, Pedrito Fernández y su madre se radicaron en La Habana. En medio de una precaria situación económica familiar, recibió la primera ayuda de Lecuona, pues lo integró —con el personaje de un monaguillo— al elenco de la compañía que en 1935 estrenó Lola Cruz en el Auditórium y luego hizo una temporada en el Principal de la Comedia, extendida hasta el siguiente año.

Terminada esa experiencia, participó en la gira de la compañía de Lecuona a diferentes ciudades cubanas. Al regreso a La Habana, solicitaron sus servicios del cuadro de comedias, zarzuelas y operetas Radio Teatro Ideas Pazos, dirigido por Rufino Pazos Hernández en CMQ. Volvió en 1937 a los elencos lecuonianos para el estreno de Sor Inés. Bajo un contrato de la Cadena Crusellas, en 1938 participó en la CMQ en transmisiones dominicales de zarzuelas, e intervino en el popular programa Hora Bacardí. Formó parte de compañías de la cantante Lydia de Rivera para actuaciones en el Nacional, Auditórium y Principal de la Comedia.

Durante 1939 hizo su debut como tenor cómico en el teatro Martí, integrado entonces a la compañía del empresario y director artístico español Eulogio Velasco. Con ella viajó ese año a República Dominicana, Puerto Rico, Venezuela y Curazao. Al retornar de esa labor en el extranjero, se incorporó al conjunto del barítono Augusto Ordónez, que estrenaba en Cuba la zarzuela Katiuska.

La vedette puertorriqueña Blanca de Castejón lo contrató en 1940 para su colectivo teatral, destacándose en calidad de galán cómico. En tal modalidad también se presentó a finales de ese año y el siguiente con el conjunto de alta comedia de Eugenia Zuffoli en el habanero Principal de la Comedia, donde también actuó en 1941, ante otro llamado de Lecuona, para estrenar en la Isla La del manojo de rosas, así como su zarzuela La de Jesús María. Posteriormente, Pedrito Fernández integró compañías de Miguel de Grandy (1942), Mario Martínez Casado (1943), Magda Haller (1943, 1944 y 1945), Maruja González-Miguel de Grandy (1945), Garrido-Piñero (1946) y Fedrico Moreno Torroba (1947). Con esta última efectuó una gira al exterior en 1948 y, al regreso, lo contrató Crusellas para programas estelares de esa compañía en CMQ.

Con un nuevo colectivo conformado por Miguel de Grandy viajó en 1949 a Venezuela para presentaciones en el teatro Nacional, de Caracas. De vuelta a La Habana, en 1950 sería un importante elemento en el seno de la compañía del español Marcos Redondo, «el faraón de la zarzuela». En tal década se estrecharon aún más los vínculos entre Lecuona y Pedrito Fernández, quien se convirtió en un indispensable secretario que llevaba el control de todas sus actividades. Resultaron meritorias, además, sus disímiles funciones, como actor, cantante y adaptador de varias obras ofrecidas en los tres espacios que cada semana Lecuona mantuvo entre abril de 1956 y enero de 1957 en Tele-Mundo (Canal 2): Melodías de ayer, Melodías de hoy y Miércoles de gala. Asimismo en este decenio acompañó al maestro en distintos viajes realizados a España y Estados Unidos.

Poco después de Ernesto Lecuona marcharse definitivamente de Cuba, en enero de 1960, Pedrito Fernández se reunió con él en Estados Unidos. Desde allí viajaron a España en el citado año y se separaron en Barcelona, sin volverse a ver más personalmente, debido a que el delicado estado de salud de la madre de tan querido amigo del maestro determinó su regreso a La Habana.

En sus restantes años de quehacer profesional, Fernández fungió en 1961 como segundo apunte en una representación en el Payret de Doña Francisquita, con la dirección artística de Antonio Palacios y Miguel de Grandy, y la musical a cargo de Félix Guerrero. Después trabajó en el Teatro Lírico Nacional, el Grupo Jorge Anckermann e hizo colaboraciones para el Teatro Lírico de Matanzas.

Un año antes de su fallecimiento, dirigió una puesta en escena de El batey, en el Gran Teatro de la Habana, a solicitud del Teatro Lírico Nacional. Hasta poco antes de su muerte, dedicó gran parte de sus esfuerzos a divulgar el legado musical y la vida de Ernesto Lecuona, al que siempre consideró «su padre artístico».

 

 

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