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Para que nadie tenga dudas

16 de diciembre de 2013

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Si alguna duda tenía alguien sobre los intereses que se mueven tras la actual situación en Ucrania, lea solo uno de los últimos despachos de la agencia española EFE, fechado en Kiev la víspera, donde se expresa que los senadores estadounidenses John McCain, republicano, y Chris Murphy, demócrata, expresaron el apoyo de Estados Unidos a la oposición europeísta ucraniana y fueron aclamados por las entre 150 000 y 200 000 personas que colman la Plaza de la Independencia de la capital ucraniana.
¿Qué fueron a hacer esos dos personajes de la política estadounidense a aquella nación europea? ¿Quién los invitó a participar en los mítines antigubernamentales?
Hasta allí llegaron para transmitirles, como ellos mismos divulgaran, un saludo del Congreso de los Estados Unidos.
¿Injerencia? ¿Provocación? Pueden ser ambas cosas, pero así acaba de suceder.
En todo caso valdría preguntarle a las autoridades norteamericanas, cuál sería la reacción de su gobierno si personeros políticos de otro país fuesen a estimular a quienes protestan en las calles de las ciudades estadounidenses por el aumento del desempleo, la violencia, el uso indiscriminado de armas de fuego, o por cualquier otro motivo.
Quiero asegurarles que el Senado les apoya en este proceso y que tienen el respaldo del “mundo libre”, subrayó el republicano McCain, quien llamó abiertamente a que se promuevan “cambios” políticos en Ucrania.
Y como el asunto que se debate en la nación europea trasciende fronteras por cuanto se trata por Occidente de imponer la aceptación de condiciones que van en detrimento de la población, a la vez que tanto Europa como Estados Unidos tratan por todos los medios de captar a Ucrania para separarla de Rusia, su vecina, con la cual tiene ventajosas relaciones económicas, comerciales y energéticas.
La negativa del presidente Víctor Yanukovich a firmar la entrada de su país a la Unión Europea, ha generado una verdadera avalancha mediática occidental, a la que ahora se le suma la injerencia directa de Estados Unidos.
Los estrategas de la Unión Europea mueven sus fichas a sabiendas de que internamente hay sectores de la sociedad ucraniana no afines al mandatario y con mucho interés de poner a Kiev bajo la tutela occidental.
Pero de lo que no dicen ni una palabra los grandes medios occidentales ni los injerencistas congresistas norteamericanos es de la verdadera situación económica y social que afronta Europa, algo que desestimula cualquier tipo de alianza.
Países como España, Grecia, Portugal, que viven de las llamadas “ayudas” económicas del FMI y el Banco Europeo, están cada vez más sometidos a los condicionamientos de estas instituciones que, por salvar bancos, obligan a que se renuncie a los programas sociales.
Datos actuales, del cierre de 2013, reflejan que el paro laboral en Europa alcanza, como promedio, un 10,9 por ciento. En el caso de España los desempleados ascienden al 26,7 por ciento y en el caso de Grecia, un 27,3 por ciento.
Otras noticias que inundan el mundo relacionadas con la eurozona refieren decrecimientos económicos en uno u otro país; baja del Producto Interno Bruto (PIB) estrepitosa; huelgas y manifestaciones masivas contra las llamadas reformas de acento neoliberal que imponen las administraciones europeas y que implican más despidos, menos nivel de vida, más crisis.
Ucrania, por su parte, aunque como país no está exento de dificultades como cualquier otra nación del planeta, no refleja en sus indicadores sociales un deterioro siquiera comparable con el de cualquier país de Europa.
Hasta hoy el entramado en que se mueve la situación en Ucrania puede convertirse en estímulo peligroso para acciones de confrontación más graves, más cuando hasta Kiev han viajado congresistas norteamericanos para echar leña al fuego.

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