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Monroe contra las cuerdas

30 de noviembre de 2013

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Figura paradigmática de la historiografía estadounidense, James L. Monroe fue el autor de la reiterada frase “América para los americanos”, que en fecha tan temprana como 1829 -a menos de medio siglo de constituida la Unión Norteamericana en su versión inicial como fruto de la integración de las 13 colonias inglesas de América del Norte-, expresó de ese modo y sintetizó la doctrina imperial que presidiría aquellos primeros tiempos.

Su objetivo, aparentemente, era mantener alejadas del continente americano a las entonces rivales potencias europeas -Gran Bretaña, Francia, Holanda y prevenir a España de la adquisición de nuevas colonias más allá de Cuba y Puerto Rico-, y facilitar así las desmedidas ambiciones del surgiente Imperio hacia las recién independizadas repúblicas americanas.

Un episodio descollante y sumamente ilustrativo de la citada Doctrina Monroe fue la conocida como guerra hispano-norteamericana (en realidad hispano-cubano-norteamericana) donde el enfrentamiento bélico entre los ya pujantes Estados Unidos y la decadente España recibió el calificativo de primera guerra imperialista por parte de V. I. Lenin.

No es difícil advertir que el verdadero propósito del naciente Imperio era colocar a los eventuales adversarios definitivamente del otro lado del Atlántico y simultáneamente irlos desalojando del poder económico y político de las tierras de América, como efectivamente sucedió.

En meses recientes, el actual secretario de Estado, John Kerry, se refirió en dos ocasiones y de forma contradictoria a esta situación al considerar primero a América Latina y el Caribe como “patio trasero” del Imperio yanqui, tal como había sido maltratado a lo largo de dos siglos por parte de la metrópoli en medio de intervenciones, agresiones, saqueo económico y fechorías de todo tipo.

Sorprendentemente, sin embargo, hace menos de un mes Kerry volvió a aparecer -esta vez nada menos que en la sede de la nefasta OEA-, para anunciar con apariencia solemne que “la doctrina Monroe ha terminado”, dejando boquiabiertos e incrédulos otra vez a los mismos que escucharon a Barack Obama diciendo cosas más o menos semejantes en la Cumbre de las Américas, en Cartagena de Indias.

Lo verdaderamente cierto es que Monroe y su doctrina se han visto finalmente colocados contra las cuerdas y bajo los golpes demoledores que América Latina y el Caribe están asestándole en los últimos años, a pesar de las conjuras, complots y conspiraciones maquinadas por Washington y sus servidores locales.

Un sutil intento o cambio de táctica no es suficiente.

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