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Cuando es peor el remedio que la enfermedad

2 de agosto de 2013

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Una de las más grandes epidemias de la época moderna es la obesidad. Esta se ha ido convirtiendo en un problema de salud de grandes dimensiones en buena parte del mundo, en especial en los países desarrollados, ya que la misma constituye un importante factor de riesgo para la aparición de múltiples enfermedades como la diabetes, la hipertensión arterial y otras patologías cardiovasculares, de gran incidencia en las causas de muerte de la población en casi todos estos países.
Es por ello que el impacto negativo de la obesidad y el sobrepeso sobre la salud ha empezado a ser visto más que como una cuestión estética, como una necesidad médica para mantener una buena salud.
Sin embargo, aunque disminuir el peso corporal reduce muchísimos riesgos, las maneras que empleamos para conseguir este fin podrían concederle razón al dicho popular que reza que “es peor el remedio que la enfermedad”.
En la actualidad resulta preocupante el alto número de personas, mayormente mujeres, que están utilizando remedios “milagrosos” para perder de peso sin ninguna prescripción médica y sin ningún estudio previo.
Los medicamentos más utilizados para adelgazar pueden tener consecuencias nocivas para la salud cuando se consumen sin control médico. Existen distintas clases de ellos, siendo clasificados de acuerdo al efecto que producen o que dicen producir en: diuréticos o laxantes, reductores de la absorción de grasas, reductores del apetito y quema grasas o aumentadores del metabolismo.
Los diuréticos y laxantes pueden producir una deshidratación a través de la eliminación excesiva de liquido por la orina o las diarreas que inducen. De esta forma consiguen una pérdida de peso engañosa, puesto que al no ser la retención de líquidos la casusa de la gordura, perder más líquidos que los necesarios ocasiona la disminución de elementos necesarios para la vida como el potasio, las vitaminas y los minerales, pudiendo producir además, con el uso continuado, inflamación, arritmias, ataques al corazón, problemas de los riñones y la muerte.
Los que actúan inhibiendo la absorción de las grasas a nivel intestinal en su gran mayoría no tienen evidencia científica de su efecto, pudiendo provocar alteraciones del ritmo del corazón, aumento de la tensión arterial, problemas digestivos, como goteo anal de grasas, mala absorción intestinal, boca seca, fatiga, además de impedir la absorción de ciertos medicamentos e interactuar negativamente con ellos.
Los inhibidores del apetito suelen ser productos a base de fibras que se hinchan en el estómago y dan la sensación de saciedad y a pesar de no ser peligrosos, pueden provocar molestias en personas con intestino sensible y producir estreñimiento si no se asocian con un aumento del consumo de agua. También dentro de esta categoría están las drogas inhibidoras del apetito, las cuales contienen sustancias que actúan en el cerebro y tienen peligrosos efectos secundarios y alto riesgo de adicción, pudiendo producir trastornos gastrointestinales, alteraciones endocrinas y cáncer de colon.
Los “quema grasas” aumentando el gasto energético, inducen a creer en la fantasía de que es posible conseguir la reducción de peso sin actividad. Muchos de estos medicamentos son concentrados hormonales de tiroides y otras sustancias que aumentan el metabolismo y que pueden producir en las personas que los consumen: nerviosismo, inquietud, insomnio, hipertensión arterial, arritmias cardiacas, dolores de cabeza, vómitos, diarreas o estreñimiento, opresión en el pecho, además de producir alteraciones menstruales y alteraciones de la libido en la esfera sexual, caída del cabello y trastornos urinarios. Las sobredosis pueden producir temblores, alucinaciones, trastornos respiratorios y de los riñones, convulsiones y llegar hasta la muerte.
Si está usted entre quienes tienen unas cuantas libras de más, le exhortamos a que no renuncie en su empeño de adelgazar, pero antes de elegir el camino a seguir para conseguir su propósito, le recomendamos a tener bien en cuenta todos estos riesgos, pues de optar por alguno de estos medicamentos “para bajar de peso” sin indicación médica, lo más seguro sea que le resulte peor el remedio que la enfermedad.

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