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Dilma, la atrevida

30 de septiembre de 2013

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Posiblemente los funcionarios del Imperio -repletos siempre de prepotencia, vanidad y miserable orgullo-, no esperaban que, al menos en esta ocasión, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, fuera a utilizar su intervención ante el plenario de la Asamblea General de Naciones Unidas para reiterar con firmeza, personalmente y en su propia voz, las acusaciones y emplazamientos que ya habían sido formulados por el gobierno brasileño mediante la vía diplomática requiriendo al gobierno de Estados Unidos por el escandaloso, violatorio y sistemático espionaje por los servicios especiales estadounidenses contra instituciones gubernamentales brasileñas, contra la empresa nacional petrolera PETROBRAS y contra la presidenta personalmente, lo cual representa el colmo de la desfachatez imperial. Nada indica que esas actividades hayan cesado.

No es la primera vez que, en los últimos tiempos, la tribuna de la Asamblea General y su auditorio se estremecen a causa de las vibrantes intervenciones de líderes latinoamericanos con proyección mundial, que también desde allí fijaron sin vacilación y recogieron así el sentimiento absolutamente mayoritario de sus pueblos y de las más importantes causas de la humanidad en cada momento.

Escuchando a Dilma, mucho pudimos recordar que, desde ese mismo sitio, Fidel Castro, Ernesto Che Guevara, Salvador Allende y Hugo Chávez, habían sentado un precedente que la mandataria brasileña decidió continuar dignamente, en defensa de su país y de Latinoamérica en su conjunto.

En el caso de Brasil, todo indica -y las autoridades brasileñas lo han investigado bien con todos los medios técnicos a su disposición, según han declarado-, que la tan mentada “línea roja” a que el presidente Barack Obama se ha referido a cada rato, fue claramente traspasada por el espionaje yanqui, ofendida y ultrajada la soberanía del país y mancillado el honor de la Jefa del Estado, sin que se conozca hasta ahora una sola palabra de compromiso o disculpa, siquiera formal, por parte del Imperio.

A raíz de las impactantes revelaciones de Wikileaks se conoció que Brasil era uno de los países más espiados por el Imperio y ello se corroboró con las posteriores informaciones dadas por el ex agente Edward Snowden en sus no menos trascendentales divulgaciones sobre las operaciones secretas indiscriminadas de la NSA, la CIA y otras agencias estadounidenses de espionaje y subversión: en Brasil radica uno de los centros principales de esta labor.

No son pocos los que se preguntan, tanto al interior del gigante suramericano como en el extranjero, ¿y qué sucederá después de la denuncia y el emplazamiento público de la presidenta brasileña, al cual ni siquiera Obama se refirió, al hablar ante la Asamblea inmediatamente después?

Guiándose por los antecedentes que hay en casos más o menos similares y teniendo en cuenta también la naturaleza y el carácter inmutable, agresivo y vengativo, del imperialismo cuando están en juego sus pretensiones hegemónicas, su voracidad y saqueo, pocos dudan que el gobierno de Estados Unidos tratará de hacerle pagar caro su atrevimiento a la mandataria brasileña, que ha osado rebelarse.

Por lógica, debe esperarse un recrudecimiento de las acciones de los servicios especiales yanquis –sobre todo las encubiertas- contra el actual gobierno y su presidenta, utilizando cuantos recursos dispongan y tratando de reunir a cuanto elemento pudiera ayudar a evitar la reelección de Dilma en octubre de 2014.

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