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Chevron daña y no paga

27 de septiembre de 2013

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Mientras la bien orquestada campaña contra el terrorismo montada a partir del primer gobierno de George W. Bush justifica su comprobado espionaje a nivel mundial e interno ante una inerme opinión pública de Estados Unidos, la denuncia de las criminales acciones del monopolio petrolero norteamericano Chevron contra pobladores ecuatorianos, sí han hallado eco en la nación septentrional, gracias a personalidades cuya fama ayuda meliorativamente a influir en parte de la población.
Desde que la cantante y actriz estadounidense Cher denunció en un video publicitado en YouTube y en distintas redes sociales el daño ambiental provocado por la compañía Chevron en la Amazonía ecuatoriana, otros artistas e intelectuales se han sumado a una espontánea protesta que ha irradiado desde California a otros numerosos estados de la Unión.
La ganadora de un premio Oscar, al apoyar el proceso judicial iniciado por los pueblos amazónicos en contra de la petrolera, expresó que “como californiana, no me sentiré bien con respecto a Chevron hasta que no hagan lo correcto por sus víctimas en la Amazonía”, y consideró que los accidentes petroleros de Exon Valdez en Alaska y British Petroleum en el Golfo de México “no son nada comparados con lo que Chevron ha hecho en la Amazonía ecuatoriana”.
Cher hizo un llamado a la población, especialmente de California, al considerar que el “petróleo amazónico de Chevron ha alimentado autos, casas y negocios”. “Probablemente no tenían ningún miedo de ser descubiertos, ya que mandaban el petróleo de la Amazonía a gasolineras aquí, en California”, apuntó, para afirmar finalmente: “No recompensaré a una empresa que destruye el medio ambiente y trae enfermedades y muerte a hombres, mujeres y niños por ahorrar dinero”.
En 1964, Texaco ingresó a la selva del Amazonas del Ecuador para extraer petróleo con una tecnología totalmente barata y obsoleta, con el fin de minimizar los costos y tener mayores ganancias. Vertieron 64 000 millones de litros de agua tóxica, contaminó entre 450 000 y 500 000 hectáreas, y dejó 880 fosas o piletas llenas de desechos tóxicos. Todo esto afectó directamente a los pueblos originarios que vivían en la zona: Cofán, Siekopai, Waorani, Siona, Tetetes y Sansahuari.
De esta manera, Chevron afectó en lo cultural, lo territorial y en la salud, y provocó el desalojo y desaparición de pueblos indígenas, en los que se registran una alta tasa de cáncer y abortos espontáneos, por lo cual han muerto hombres, mujeres y niños.
Además, la devastación de la Amazonía ecuatoriana cubre un área correspondiente al tamaño de Rhode Island y trae sufrimiento, enfermedades y muerte a todas las personas que viven ahí, cuestión que se puede hallar en documentos internos de la propia petrolera, la cual eligió arrojar desperdicios tóxicos en las comunidades de dicha zona “para ahorrar dinero”.
Aunque los afectados, unos 35 000 pobladores de las provincias ecuatorianas de Orellana y Sucumbíos, ganaron el juicio contra la petrolera, Chevron no les ha pagado ni un centavo, pero sí 400 millones de dólares al año a abogados para que sigan peleando contra las víctimas de la atrocidad.
La petrolera estadounidense, en un fallo de segunda instancia de la justicia ecuatoriana, fue condenada en el 2012, a pagar 19 000 millones de dólares, por daños ambientales. Pero el caso está lejos de resolverse, ya que Chevron desconoce las sentencias anteriores, y acudió a las cortes internacionales de arbitraje para que el Estado ecuatoriano asuma la indemnización planteada.
El gobierno de Ecuador, en reiteradas ocasiones, ha denunciado que la compañía está gastando millones de dólares en una campaña negativa en contra del país y con el objetivo de no cumplir con la remediación ambiental en las zonas afectadas.
No obstante, la presión internacional hizo que Estados Unidos concediera visas a afectados por el monopolio para que hablaran ante la Asamblea General de Naciones Unidas.

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