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Una forma de agresión

21 de septiembre de 2013

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El aumento de la pérdida auditiva ocasionada por la contaminación sonora que caracteriza a las grandes urbes del planeta, impulsó la investigación de un equipo presidido por el doctor Richard Neitzel, profesor de la Universidad de Michigan, partiendo de factores de riesgos como el ruido ocasionado por el tránsito, y el uso continuado de los reproductores de música MP3.
Por tanto, los expertos partieron del nivel de sonido emitido por autos, ómnibus, metros y ferris, a lo que sumaron los altos decibeles en que escuchaban la música, y el tiempo dedicado a esa agresión sonora directa a los oídos.
El procedimiento puesto en práctica para la investigación se ajusto a las técnicas de encuestas aplicadas a más de  4 000 voluntarios seleccionados en ferias callejeras de Manhattan, Brooklyn, Queens y el Bronx, populosas barriadas de New York.
Durante un año, se dio seguimiento a los elegidos, tomando en cuenta sus vidas laborales, tramos de desplazamientos por las calles y actividades públicas en que participaban. A partir de ahí se calculó el ruido a que estaban expuestos, teniendo en cuenta los decibeles producidos por todos los factores antes mencionados.
Neitzel reconoció que hubiera sido más efectivo disponer de modernos dispositivos para medir el límite del ruido cotidiano a que se exponían los encuestados. En vez de ello, a través de entrevistas individuales, acumularon la información necesaria, cuyos resultados fueron: casi dos tercios de los sujetos recibían mayor cantidad de decibeles con la música escuchada en los reproductores MP3, pues la contaminación sonora citadina –centros de trabajos, calles, transportes- no sobrepasaban los límites aceptables.
El científico confirmó, además, que solo el 10% de los pasajeros estaban en riesgo de pérdida auditiva tan solo por el tráfico,  pero, nueve de cada 10 – el 90 % de los residentes de New York-, vivían en peligro de afectación  debido a la suma de todos los ruidos, o sea, reproductores de MP3 y sonidos callejeros.
Warwick Williams, ingeniero de los Laboratorios Acústicos Nacionales de Australia, catalogó de excelente el resultado de la investigación, pues permitía precisar el peligro a que se someten los oídos humanos.
Añadió que  se debe disfrutar de la música,  pero limitar el tiempo de exposición, reduciendo el volumen y/o limitando el tiempo de escucha.
En las conclusiones de la investigación se analizó  la necesidad de alertar a las personas sobre la importancia de proteger sus oídos, y la conveniencia de que el país invirtiera más recursos en disminuir el ruido del tránsito.

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